Todos tenemos claro que un agua de riego de calidad no es única. Dependiendo del cultivo, el tipo de suelo o el clima, las consideraciones de un agua de riego de calidad pueden variar. Aun así, el exceso de sales en el agua de riego suele ser un problema, pero en ocasiones no hay más agua que la que hay y no se puede evitar.
La calidad del agua de riego atiende a numerosos factores que van a influir en el entorno suelo planta de forma significativa. Si hablamos de pequeñas huertas la influencia pasará más desapercibida. El asunto cambia cuando disponemos de varias hectáreas que regar. Ahí los rendimientos se van a ver afectados significativamente según la calidad del agua de riego. Apuntamos brevemente las variables que determinan la calidad del agua de riego:
- Gases disueltos: El agua contiene en disolución principalmente los gases de la atmósfera (nitrógeno, oxígeno y dióxido de carbono). Esta disolución de gases afectará a la composición del sistema suelo. Los riegos por aspersión y en superficie aportan más cantidad de gases que los riegos que van por tubería o riego por goteo.
- Temperatura: Ya hemos visto la influencia del riego en la prevención de heladas o golpes de calor según la estación. Un ejemplo: Regar con aguas frías (10ºC por ejemplo) en pleno verano a mediodía, en una zona climática cálida, generan un choque térmico en el sistema radicular que reduce su capacidad de absorción de agua y nutrientes.
- Elementos en suspensión: El ejemplo más claro es la diferencia entre aguas superficiales de cauce y aguas subterráneas. Las primeras llevarán mayor cantidad de elementos en suspensión inorgánicos y sobre todo orgánicos que las subterráneas.
- Salinidad: El factor más determinante de la calidad del agua de riego es sin duda la salinidad. Los trastornos generados en cultivos no tolerantes a salinidad son un gran problema en la agricultura. Los rendimientos pueden caer drásticamente.
En aguas salinas, es necesario conocer la cantidad de sales disueltas así como su composición. Los tipos de sales disueltas pueden ser muchas, (de sodio, magnésico, calcio entre otras) y es necesario conocer las concentraciones de cada una de ellas. La conductividad eléctrica es un indicador de la cantidad de sales disueltas. Para conocer las composiciones es necesaria una analítica de laboratorio.
Cuando se riega con aguas salinas, no es el agua en sí la que puede resultar perjudicial sino su acumulación en el suelo. Las zonas climáticas con mayor precipitación anual que evapotranspiración, no sufren de acumulación de sales siempre y cuando el drenaje sea adecuado. Estas acumulaciones se suelen dar en zonas climáticas donde la evaporación y transpiración son mayores que la pluviosidad anual, es decir, en zonas cálidas de clima semiárido o árido.
Esta situación es más normal de lo que parece. Si no nos queda más remedio que regar con aguas salinas, debemos saber qué cultivos son los más tolerantes y seguir unas pautas que ayuden a paliar los efectos de la salinidad. Destacamos:
Primeras fases de desarrollo: Los cultivos en sus estadios más jóvenes son por lo general menos tolerantes a la salinidad. Una siembra protegida y controlada con aguas menos salobres ayuda a una germinación y nascencia adecuadas. La siembra en caballones favorece la nascencia y será una forma de ayudar a la planta cuando el agua no es la adecuada para ese cultivo.
Drenaje del suelo: Es un aspecto muy importante para regar con aguas salinas. En la entrada que dedicamos al drenaje del suelo vimos lo necesario que era tener un suelo con un drenaje adecuado. En condiciones de riego con aguas salinas esto cambia. Un buen sistema de drenaje resulta imprescindible.
Control de la humedad del suelo: Se debe mantener una humedad lo más constante posible y cercana a la capacidad de campo o incluso algo superior. Esto significa que el suelo debe contener la mayor cantidad de agua disponible posible incluso llegando a la saturación. El problema derivado de esta situación es el riesgo de encharcamiento si el suelo no drena lo suficientemente bien. De ahí que el punto anterior sea importante.
Nivelación del suelo: Esto siempre es importante y más en casos de aguas salinas por la acumulación de las mismas en perfiles bajos del terreno.
Medir la tolerancia de un cultivo a la salinidad es algo muy relativo. Las clasificaciones de tolerancia suelen atender a los rendimientos obtenidos de un cultivo en unas determinadas condiciones de salinidad. Es decir, no hay un agua de riego óptima para todo cultivo. Existen cultivos cuyo rendimiento se verá más afectado que otros para una misma salinidad del agua.
La FAO propone una tabla en la que se muestra la tolerancia relativa de los cultivos a la salinidad expresándola en rendimiento potencial del cultivo (100%, 90%, 75%, 50%, 0%). El 0% es el límite máximo de salinidad que el cultivo soporta, ya que el crecimiento se ve inhibido totalmente.
La expresión de la salinidad viene dada en:
- ECe (Conductividad eléctrica del suelo) expresado en deciSiemens por metro (dS/m) del extracto de saturación del suelo a 25ºC.
- ECw (Conductividad eléctrica del agua de riego) expresada en dS/m.
Con esto podemos hacernos una idea numérica aproximada de la tolerancia a la salinidad de unos cuantos cultivos. Pero como decimos, todo esto es orientativo porque factores como el clima, suelo o las prácticas agrícolas influyen en la tolerancia. Sólo hemos extraído algunos de los cultivos. Si quieres ver el resto ve a la tabla número 4 del siguiente enlace de la FAO.
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