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Segunda Parte: Fertilización del avellano europeo

04 Agosto 2023

En la segunda parte sobre fertilización del avellano europeo, se presenta la importancia que tiene la fertilización mineral y algunos aspectos relevantes de los macroelementos sobre el desarrollo de la planta, qué dosis se recomienda utilizar y consideraciones previas a la fertilización.

Los árboles de avellano europeo tienen una vida útil muy prolongada (40-70 años), por lo que la fertilización no puede efectuarse sólo para una temporada. Por ello, es necesario establecer un programa de fertilización equilibrado, que contemple el período productivo del huerto (Ellena et al., 2013).

En este sentido, los macroelementos primarios son fundamentales y a continuación te presentamos sus características y el rol que cumplen en el crecimiento y desarrollo del avellano europeo:

 

  • Nitrógeno

El nitrógeno (N) es el principal elemento para el desarrollo y la actividad productiva de los árboles. Este nutriente es uno de los componentes más importantes para algunos compuestos orgánicos presentes a nivel celular como: aminoácidos, ácidos nucleicos, enzimas y transportadores de energía ADP (adenosín difosfato) y ATP (adenosín trifosfato). Además, es la base de la síntesis de proteínas y forma parte de la composición de la clorofila, interviene indirectamente en la elaboración de carbohidratos. En ausencia de nitrógeno, los árboles de avellano no pueden desarrollar sus procesos vitales, sobre todo en la etapa de crecimiento para formar nuevas células. Su carencia determina una menor actividad vegetativa, clorosis foliar e influye negativamente en la producción.

Otra de sus funciones es favorecer el aumento del vigor de los árboles, promoviendo un crecimiento rápido durante su fase de formación, y en la fase reproductiva determina la formación de brotes de mayor longitud (25-30 cm), favoreciendo la producción de los órganos reproductivos y una buena fructificación.

Durante la fase de formación la dosis de fertilización nitrogenada recomendada es de 30, 50, 100, 120, y 150 kg N ha-1, desde el 1º al 5º año de desarrollo, respectivamente, evitando aplicar el fertilizante nitrogenado cerca del tronco del árbol. Estas dosis sugeridas son recomendaciones generales que deberán ajustarse caso a caso por un especialista. Por ejemplo, bajo condiciones similares como las de Oregón (EE.UU.), no sería necesario aplicar nitrógeno durante los dos primeros años, de acuerdo a lo señalado por Olsen (1997).

La función principal de la fertilización nitrogenada es la reconstrucción de las reservas de la planta. Por ello, la recomendación es aplicar nitrógeno en primavera inmediatamente después de iniciado el crecimiento activo de los árboles. La época de aplicación del nitrógeno tiene un efecto significativo en el uso de este elemento sobre el desarrollo inicial de los árboles y estudios realizados por INIA Carillanca e instituciones extranjeras, han determinado la importancia de fraccionar su aplicación (Cuadro 1) -en primavera, en dos oportunidades y eventualmente en otoño- permitiendo una mayor eficiencia en el uso del nutriente por parte de los árboles, evitando también la pérdida de este elemento por lixiviación.

 


Cuadro 1. Fraccionamiento de la fertilización para un huerto de avellano europeo

La cantidad total de nitrógeno a aplicar por árbol debe considerar el mantenimiento del suelo y las extracciones del cultivo, así como su potencial hídrico, edad del árbol, condiciones vegetativas y densidad de plantación, entre otros.

 


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  • Fósforo

El fósforo (P), como ion fosfato forma parte de numerosos compuestos presentes en la célula vegetal, como los azúcares (importantes para la respiración y la fotosíntesis) y los fosfolípidos, que constituyen las membranas celulares. Es constituyente del ATP (adenosín trifosfato) y de coenzimas e interviene en procesos metabólicos de transporte de energía. Además, forma parte de los ácidos nucleicos (ARN y ADN), participando en los procesos de reproducción, y también participa en las etapas de fecundación y fructificación.

El fósforo es absorbido en pequeñas cantidades respecto del nitrógeno y potasio, y la fertilización fosfatada, en general, ejercería un bajo efecto sobre el rendimiento del cultivo (Ellena et al., 2013; Olsen, 1997). No obstante, en suelos ácidos de origen volcánico del sur de Chile, con alta retención de fósforo, es importante considerar su incorporación, especialmente previo a la plantación y en forma localizada (en el hoyo de plantación), para favorecer el desarrollo radicular de la planta. La carencia de fósforo determina un pobre crecimiento radicular y baja floración.

En las hojas los valores óptimos de fósforo varían entre 0,14-0,16%, y se sugiere incorporarlo durante la fertilización de base en dosis de 300 a 350 kg P2Oha-1 (dosis sólo de referencia). Es recomendable realizar la fertilización fosfatada tradicional (al suelo) durante el invierno (mayo-julio), incorporándola mediante máquinas apropiadas o localizado en tres orificios (al menos) realizados en el suelo, en torno a las plantas (25-30 cm de profundidad), con barreno u otra herramienta y permitiendo que esté disponible para los árboles en primavera. El objetivo es incorporarlo en profundidad cerca de las raíces y permitir su absorción por el sistema radicular de los árboles. Ahora bien, con fertirrigación este elemento se aplica a través de fertilizantes solubles, durante la época en que ocurre un peak de crecimiento de raíces (diciembre y marzo), la fecundación y fructificación (primavera – verano).

Actualmente se define el plan de fertilización fosfatada del huerto en base a los resultados de los análisis químicos de suelo y foliares.

  • Potasio

El potasio (K) cumple un rol esencial en diferentes funciones fisiológicas como fotosíntesis, biosíntesis de proteínas y carbohidratos, osmorregulación, expansión celular, apertura y cierre de estomas, y regulación de numerosas actividades enzimáticas. Influye positivamente en la calidad de la producción, fortaleciendo la asimilación de nitrógeno en las hojas y el desarrollo de la semilla. Además, permite el movimiento del agua y apertura de estomas, ejerciendo un rol fundamental en la economía del agua.

Este elemento favorece la fotosíntesis y tiene un rol activo en el transporte de los compuestos formados durante este proceso. Adicionalmente, permite tener una cantidad adecuada de celulosa y lignina que proporciona rigidez y estructura a los árboles. La concentración adecuada de K en las hojas varía entre 0,9-1,0%. Su carencia provoca necrosis o muerte de tejido en los márgenes de las hojas, retraso en la brotación, clorosis de las hojas, acorchamiento de los márgenes de las hojas (Proebsting y Serr, 1954). Esto puede ocurrir con niveles de K inferiores a 0,8% (Chaplin y Dixon, 1979).

Las épocas más adecuadas para su aplicación son: julio a septiembre (60% de la dosis total) y diciembre a enero (40% del total). La dosis de fertilización potásica a aplicar dependerá del nivel de disponibilidad de K en el suelo, de la concentración en las hojas y de los requerimientos de este nutriente en el cultivo. En suelos arenosos y sin fertilización básica se sugiere la aplicación de 20 kg K2O ha-1 (2º año), 30 kg K2O ha-1 (3er año), 40 kg K2O ha-1 (4º año) y 50 kg K2O ha-1 (100 kg de sulfato de potasio) al 5º año de establecido el cultivo. Al igual que el N, es recomendable fraccionar su aplicación para evitar pérdidas desde el suelo, particularmente en aquellos de textura arenosa (Ellena et al., 2013).

Las principales fuentes potásicas utilizadas en avellano europeo son sulfato de potasio y nitrato de potasio, también indicadas para fertirrigación. El cloruro de potasio no se recomienda en la fertilización potásica de este frutal, dado que puede ocasionar fitotoxicidad.

 


Agradecemos la colaboración del Centro de Fruticultura del Sur en el desarrollo de este contenido gracias a nuestro convenio en la difusión de la innovación, investigación y transferencia de conocimiento agrícola.

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