Tres embalses El Yeso directo al mar: Urgen medidas para aprovechar el agua
Por Luis Baertl, presidente de la Junta de Vigilancia del Río Maipo primera sección, Chile.
De acuerdo con cálculos hechos por la Junta de Vigilancia del Río Maipo primera sección, Chile, durante los últimos meses se han descargado al mar 650 hectómetros cúbicos de agua, cantidad equivalente a tres embalses El Yeso; como resultado del invierno más lluvioso de los últimos 15 años en la Región Metropolitana.
En este escenario debemos abrir el debate para tomar medidas que permitan aprovechar una parte de un superávit de estas características para los tiempos de escasez. Es de suma importancia contar con diversidad de medidas que permitan resguardar la seguridad de las comunidades y el abastecimiento de agua para el consumo humano y desarrollo productivo. Entre las opciones que se deben tener en cuenta hay alternativas como la construcción de embalses y balsas de infiltración, además del reúso de aguas.
Se ha hecho evidente la necesidad de un plan que permita contar con nuevas obras para asegurar el recurso hídrico en la región, y para ello, el Estado, en conjunto con el sector privado, debe velar por sumar mayor resiliencia y sostenibilidad a la cuenca del Maipo a través de obras de infraestructura hidráulica, algunas de mayor inversión y de largo plazo, pero otras que requieren mucho menos recursos y que se pueden desarrollar en el corto plazo.
Por un lado, tenemos los embalses que son proyectos de gran inversión, y cuyos beneficios permiten asegurar el abastecimiento hídrico, además de regenerar los acuíferos, frenar su sobreexplotación y controlar las crecidas que pudieran dañar la infraestructura presente en los cauces de los ríos, como se vio en los eventos lluviosos de este año.
Capacidad de almacenar el agua cuando se requiera
Actualmente el embalse El Yeso se encuentra a 92% de su capacidad, es decir, a menos de 20 hectómetros de llenarse, lo que probablemente ocurrirá en los próximos meses a causa del deshielo que comienza en primavera. Entonces, cabe preguntarse qué hacemos con el agua que no alcance a embalsarse allí; cómo podríamos aprovecharla a través de medidas que permitan contar con este recurso tan importante en épocas de escasez. Es urgente que nos aboquemos a este tema para no terminar como Uruguay, que en la última temporada debió construir infraestructura a contrarreloj. Debemos tener la capacidad de almacenar el agua cuando se requiera.
Las balsas de infiltración son otra alternativa eficaz para el almacenamiento efectivo y como se trata de obras más sencillas, obras básicas con maquinaria y movimiento de tierras, su implementación resulta más fácil y de corto plazo. Se construyen superficialmente y funcionan en serie, es decir, las primeras balsas reciben el agua con los sedimentos naturales que acarrea el río y mientras el agua avanza más limpia hacia las balsas subsiguientes, se facilita que penetre en el suelo.
Es una opción que ya se ha aplicado con excelentes resultados en el Valle del Aconcagua, al igual que en países como Portugal, España, y Grecia.
Habría sido muy provechoso haber infiltrado una parte de esos 650 hectómetros de agua que escurrieron hacia el mar, en diversos puntos de la cuenca para enfrentar los meses de verano.
Junto con las opciones para almacenar agua, también existe la alternativa de reusar las aguas en la región y actualmente se estudian los distintos usos que pueden darse a este recurso depurado que van desde el industrial al agrícola- acotado al riego de ciertos cultivos específicos-; además de la posibilidad de utilizarla en la ciudad regando grandes áreas verdes, plazas, jardines y para la limpieza de calles u otras grandes extensiones.
En definitiva, la tarea urgente es tomar las decisiones necesarias para contar con una variedad de medidas que permitan asegurar el suministro de agua para la región, porque pese a los números positivos en cuanto a agua caída durante esta temporada, la escasez hídrica sigue presente y la labor del Estado y de los privados que colaboramos con la gestión es actuar y construir, gestionando el recurso en el presente, pero siempre con la mirada en el futuro, para que luego no tengamos que lamentar medidas como el racionamiento o que el agua no alcance para el riego de nuestro cultivos, la generación eléctrica o el consumo humano.