Columna: Globalización y la pérdida de las fronteras fitosanitarias
Por Karina Buzzetti. Ingeniera agrónoma, Magíster y Doctora en Ciencias de la Agricultura
Según cifras publicadas por el Observatorio Vitivinícola Argentino, el gobierno chileno habría invertido el último año un presupuesto aproximado de U$17MM en implementar, bajo responsabilidad del Servicio Agrícola y Ganadero la estrategia de Control de Lobesia botrana, plaga detectada en Chile el año 2008.
El ingreso de este insecto a América es uno de los eventos dinámicos que denota la fragilidad de las llamadas fronteras fitosanitarias, considerando que detecciones de esta plaga ocurrieron durante el año 2009 en Estados Unidos, mientras que el año 2010 la misma especie fue reportada en Argentina, siendo especie cuarentenaria en todos estos países.
En todos estos casos, posterior a las respectivas detecciones, los esfuerzos de las entidades regulatorias en temas de protección vegetal se han concentrado en mantener bajo control oficial esta plaga, asumiendo en gran parte como Estado e industria -en especial de productores de uva de mesa y viñedos- dichos costos; buscando evitar su expansión en cada territorio, limitando su establecimiento y/o buscando la erradicación de la misma.
Casos similares señala la historia previa sin antecedentes consistentes de éxito, como por ejemplo en el ingreso del insecto cosmopolita Diaspidiotus perniciosus a Chile, plaga que se mantuvo bajo control obligatorio entre los años 1992 a 2009, considerándosele actualmente plaga establecida en dicho país. Limitantes evidentes en este último caso mencionado al proceso de erradicación corresponde a la adaptación de esta plaga a condiciones climáticas similares entre su zona de origen y el lugar de ingreso, sumado a la disponibilidad de diversos hospederos en una misma zona geográfica.
Un opuesto a este caso es la condición que goza Chile sobre la presencia de Ceratitis capitata, dado que dicho país está declarado desde el año 1995 como libre de mosca de la fruta, considerada plaga de importancia económica mundial, lo que constituye una ventaja comparativa para dicha industria exportadora de productos hortofrutícolas frescos. Dentro del continente americano, Chile es el único país que ostenta la categoría de Libre de estos insectos, condición que constantemente debe resguardar.
En otros ejemplos de ingresos de plagas de importancia agrícola, en Argentina recientemente se detectó y reportó por primera vez como plaga presente la especie Tetranycopsis horridus, ácaro que afecta la producción del avellano y cuya presencia sólo había sido reportada en Europa meridional, Inglaterra, Rusia, así como en una pequeña zona de California donde habría sido introducida desde Europa.
Así, diversos casos de detecciones de nuevas plagas se producen continuamente en la mayoría de los países, en especial los importadores de material vegetal para consumo o producción, sin importar actualmente la distancia desde el origen del material contaminado ni las barreras precautorias impuestas por dicho país.
Esta situación es especialmente problemática para países productores hortofrutícolas. Las cifras oficiales de ingresos de plagas y costos atribuidos a su control son difíciles de resumir, dado que depende de las prioridades de cada país y que, en todos ellos se desconoce el impacto que además poseen los ingresos de alimentos y material vegetal contaminado de manera irregular, violando las inspecciones fronterizas correspondientes.
Entonces, si bien países exportadores de alimentos están sometidos a requisitos fitosanitarios por parte de los países o mercados importadores de estos productos, los esfuerzos de inspección no necesariamente logran evitar los embarcos o ingresos de material contaminado, pues por un lado se ven superados en esfuerzo y costos requeridos para ello, y por otra parte se debe considerar que un porcentaje de este material contaminado ingresa directamente en mano a mano, siendo entonces la conceptualización de los riesgos y daños asociados a estas prácticas pilar fundamental de la educación requerida en visitantes y residentes de cada país. Debe entenderse que, una vez gatillado un programa de Control Oficial, presupuesto del correspondiente Estado afectado será destinado al manejo requerido de estas plagas, en lugar de destinarse a otras áreas dónde dichos fondos pudiesen requerirse con igual premura.
La ruptura de las barreras fitosanitarias producto de la globalización es un fiel reflejo del aumento de la tasa de traslado tanto de personas como de material, lo cual, de no avanzar en conjunto con una real concienciación de la población nos seguirá aportando ejemplos de ingresos de plagas, enfermedades de importancia agrícola o de salud humana. En algunos casos, son los mismos afectados finales-productores agrícolas-los que no prevén las consecuencias posibles al ingresar a un país material vegetal o incluso maquinaria que no cumple con tratamientos precautorios. Esta irresponsabilidad ha sido posiblemente causante de la gran expansión que tuvo el caso de L. botrana en América, costando miles de millones de dólares a los países afectados en tratamientos, manejo y educación sobre el tema.
Debe recordarse que es responsabilidad de cada uno de nosotros respetar el país visitado no portando material vivo no tratado, ya sea vegetal o animal, y educar a nuestras futuras generaciones también respecto a este punto, con el fin de disminuir los riesgos de gatillar una problemática nacional por nuestra negligencia.