Chile: 10 ejemplos de éxito agroexportador
El sector agrícola chileno es uno de los más dinámicos de la economía nacional. Acá algunos productos alimentarios que triunfan en el exterior.
Los años del cerdo
Que en Chile florezca la industria del cerdo es extraño. El país no cuenta con un gran mercado interno, tampoco tiene una gran producción de granos. Sin embargo, las exportaciones ya suman US$ 368 millones al año y están enfocadas en los mercados más exigentes y que pagan más caro.
Tanto o más notable, es que los chilenos se están convirtiendo en adictos a los porcinos. El año pasado consumieron 18,7 kilos de cerdo per capita. Para tener un punto de comparación, un connacional promedio comió 20 kilos. Lo interesante es la tendencia: entre 2005 y 2009 el consumo de carne vacuna cayó 1,3 kilos, mientras que la de cerdo aumentó 4,6 kilos.
¿Cómo es que se produjo ese cambio? En primer lugar, a partir de los años 80 se mejoró la carne con la importación de material genético más moderno. Además, se le sacó provecho a la alta calidad zoosanitaria del país para exportar a mercados que exigen alta inocuidad, como Japón o Corea del Sur, por la que están dispuestos a pagar altos precios. Rápidamente, el negocio porcino agarró velocidad. El año pasado, Chile produjo 513 mil toneladas, 317% más que en 1990. Claramente, Chile se fue al chancho.
A mil hectáreas de velocidad
La producción de cerezas se puede desplomar con lluvias primaverales, como sucedió en 2008, o con un invierno con pocas horas de frío, como el año pasado. Sin embargo, la plantación de cerezos sigue a un ritmo notable: mil nuevas hectáreas cada año. La razón es simple, es muy buen negocio.
Por una parte, la oferta mundial es restringida. El delicado equilibrio climático que requieren los cerezos, ni mucho frío ni mucho calor y primaveras relativamente secas, se encuentra en pocos lugares del globo pero abunda en la zona central.
Además, en los últimos años, los productores y exportadores chilenos descubrieron un mega mercado, China, dispuesto a pagar altos precios por las cerezas, por el alto valor social que tiene este fruto. En el nuevo motor económico del mundo, un kilo de cerezas puede alcanzar los $25 mil pesos en una tienda de Beijing o Guangdong. Por eso se entiende por qué las diez mil hectáreas plantadas en Chile en la actualidad se hacen pocas.
El buque insignia frutero
Durante tres décadas las uvas de mesa han sido la espina dorsal de las exportaciones frutícolas. A pesar de la fuerte ampliación del número de especies producidas en el país, las uvas todavía representan un tercio del volumen exportado. Y si hablamos de dólares, representan casi mil millones de dólares en ingreso para el país cada año.
La ventaja de Chile no sólo es que llega con una fruta popular, especialmente en EE.UU., en pleno invierno del hemisferio norte; el punto clave es que, gracias a la amplitud de su zona productiva -son 53 mil hectáreas entre la III y VII Región-, permite aprovisionar en forma continua durante medio año a los consumidores norteamericanos y europeos.
Promesa dorada
De buenas a primeras, las cifras del aceite de oliva son bastante modestas. El año pasado sólo se exportaron US$ 12 millones. Sin embargo, este rubro promete ser el nuevo niño prodigio del agro chileno.
Hace cinco años, los olivos ocupaban 4.800 hectáreas, el año pasado, subieron a 20.000 y las proyecciones de la industria señalan, que de aquí a cinco años, subirán a 33.000 hectáreas.
Todo indica que el 0,1% de las exportaciones mundiales que representa Chile, pronto cambiará. Los empresarios agrícolas nacionales apuestan a ser los principales beneficiarios de la tendencia mundial a aumento del consumo y del estancamiento de la producción. Mientras que más consumidores en Europa y Estados Unidos están optando por los beneficios de la dieta mediterránea, de la que el aceite de oliva es piedra angular, la oferta de Italia y España, los tradicionales oferentes, está frenada por la caída en los subsidios agrícolas de la Unión Europea.
La gran ventaja de la industria de este lado del mundo, es que a diferencia del Viejo Continente, en que los huertos de olivos tienen menos de una hectárea, pues se heredan de padres a hijos, en Chile las nuevas plantaciones, sin problemas superan las 200 hectáreas cada una. Los costos son mucho menores y el uso de tecnologías de plantación y cosecha más modernas aseguran una calidad mejor que una buena parte de los aceites europeos.
Leche condensada, la sorpresa
Hasta hace una década, las exportaciones chilenas de productos lácteos se movía, en una banda entre los US$ 40 y 52 millones. Con el cambio de milenio comenzó una persistente alza, que este año debería plasmarse en US$ 160 millones en ventas al exterior. Un elemento sorprendente es que, por lo menos a junio de este año, el principal producto exportado es la leche condensada, con un 28% del total.
En términos de volumen, Chile exportó el año pasado 293 millones de litros, cerca de un 15% del total producido. Para los productores pecuarios de la zona sur del país, el centro lechero chileno se encuentra en el triángulo formado por Temuco-Osorno y Valdivia, el salto exportador significó un ticket de entrada para las complejas arenas de la competencia internacional y la obligación de inyectar modernidad al agro sureño.
Semilla fecunda
Probablemente nunca se vea un titular destacando a la industria semillera chilena. Es que su producción no está a la vista de los consumidores y su transacción se realiza entre empresas especializadas. Sin embargo, es uno de los rubros más dinámicos del agro nacional y concentra uno de los mayores niveles de investigación y desarrollo en ese sector. Por ejemplo, el año pasado, Syngenta, una de las mayores empresas semilleras del mundo, lanzó un centro de investigación y reproducción por US$ 20 millones en Azapa, sumándose a las que ya había hecho Pionner DuPont allá.
En sólo una década las exportaciones de semillas se duplicaron, alcanzando US$ 330 millones el año pasado. Con los años el modelo chileno se ha ido refinando. Las empresas extranjeras envían material para reproducirlo a gran escala y cubrir, gracias a que Chile está en contraestación respecto del hemisferio norte, las necesidades de semillas de los agricultores de Estados Unidos y Europa para su nueva temporada. La excepcional calidad fitosanitaria del país y la seriedad de los productores nacionales hacen que Chile se haya convertido en uno de los mayores exportadores de semillas del mundo.
Efecto mariposa
La habilidad para generar productos de calidad premium ha sido el caballito de batalla de la industria chilena de las frutas de frutos de nuez. Para los productores de California, uno de los principales oferentes mundiales de nueces, es prohibitivo ofrecer productos enteros sin cáscara, la llamada "mariposa", de buena calidad, pues por su costo de mano de obra deben usar maquinarias, las que no tienen la pulcritud de las manos de un operario humano. La diferencia de ingresos con Chile, sirvió como puntapié inicial para echar a andar ese sector exportador en Chile.
Mientras que hace una década, se exportaban US$ 21 millones en nueces, en 2008 se alcanzaron los US$ 125 millones.
Pero otros frutos de nuez también están dando que hablar. Entre 2000 y 2008 las almendras subieron de US$ 1,4 millones a US$ 34 millones. Mientras tanto, en la zona sur las plantaciones de avellano europeo siguen creciendo y ya suman 1.500 hectáreas.
Cerro arriba
Los productores de palta tienen alma de andinistas. Basta tomar un automóvil y desplazarse por Quillota, Llailay o El Monte, para sorprenderse con plantaciones de paltas que se empinan cerro arriba buscando escapar de las heladas que afectan a la parte plana de los valles. Sin duda es uno de los cambios más dramáticos en el paisaje de la zona centro norte en los últimos años.
Ya son 33.000 las hectáreas plantadas en Chile y es responsable de la popularización de las tecnologías de riego por goteo en el país. Pese al golpe climático que recibió el sector hace dos años, el rubro marcha a pie firme. El año pasado las exportaciones sumaron US$ 248 millones. Eso sí, el Comité de Paltas, considerado un modelo en el agro en términos gremiales, ha dirigido exitosas campañas para mejorar el consumo interno, que el año pasado llego a 6 kilos per cápita, uno de los más altos del mundo.
La consagración del carmenere
El camino del carmenere ha sido tortuoso. Vergonzosamente, hasta hace poco má de una década era vendido como merlot.
Aun más bochornoso, es que cuando a mediados de los 90 se descubrió su existencia, buena parte de las viñas se hicieron las desentendidas, por temor a las reacciones que ocasionaría tamaño desliz entre los consumidores.
Tuvo que llegar el nuevo milenio para que se viera en el carmenere una oportunidad. Primero se siguió un duro proceso de aprendizaje de las condiciones agronómicas necesarias para expresar de mejor forma el potencial de la cepa y evitar problemas como el fuerte olor a pimentón de las primeras botellas. Lo que comenzó a emerger fue un diamante. Vinos como el Carmín de Peumo o Clos Apalta, demostraron las cimas que podía alcanzar. De hecho, Wine Spectator nombró a ese último vino como el mejor del mundo en 2008, un honor que hasta ese momento ninguna viña chilena había logrado.
Merquén al mundo
Parece un ejército de hormigas. Atacan por todos los costados. Son las empresas de alimentos gourmet, uno de los sectores más dinámicos del agro chileno. Casi inexistentes hace una década, hoy, según las cifras oficiales suman más de 400. Aunque cada mes varias de ellas mueren, las que nacen superan con creces las empresas perdidas.
Su gran fortaleza es su gran debilidad: tienen hambre por crecer, pero la mayoría son microempresas que venden menos de 5 millones de pesos al mes. Desde sal marina saborizada con vino, hasta brotes tiernos de coligüe enlatados, la oferta es muy diversa.
Juntos han presionado a las empresas de packaging para traer las últimas tecnologías y diseños.
En todo ese desarrollo incipiente, eso sí, el caballito de batalla ha sido un producto: el merquén. Producto procesado a partir de ají, los gourmet nacionales lo han posicionado desde forma individual hasta como condimento de sales y aceites de oliva.
Fuente: Revista del Campo
Portal Fruticola