Chile: La verdad detrás del agroempresario chileno
Los empresarios nos tuvieron más remedio que invertir, innovar y cooperar.
Recientemente en Revista del Campo (6 septiembre 2010), se describió al agroexportador chileno. Éste es, nos dijo, audaz y estudioso, liberal y vanguardista, abierto a las novedades y no se achica, aúna fuerza con sus pares, es luchador aunque corre con desventajas y sus empresas son verdaderas fábricas de empleo. Nada más cierto.
Pero ¿cuándo y por qué surgió ese empresariado? Según el reportaje, lo hizo después de la reforma agraria y en cierto modo como reacción a ella. Influyó también, sostiene, el programa Chile-California, que permitió el entrenamiento de los agrónomos de alto nivel que orientaron a esos empresarios e hicieron la investigación de campo necesaria. ¿Son éstos realmente sus factores determinantes?
Una visión más larga y amplia tiende a poner en duda dicha tesis. Chile tuvo destacados empresarios durante el siglo XIX. Allí están los hombres que desarrollaron con gran dinamismo el agro, la minería, la banca y el comercio.
Todo cambió después de 1940. El empresario típico se había convertido en un "buscador de rentas", que gastaba su tiempo tratando de convencer a las autoridades que lo favorecieran con protección, créditos subsidiados y otras prebendas. En el agro tenía abandonado gran parte de sus tierras, no invertía, y mantenía a sus trabajadores en condiciones deplorables.
¿Qué produjo el cambio? Principalmente los incentivos generados por la política económica. Los empresarios descubrieron que podían ganar más "buscando rentas", que produciendo bienes y servicios en forma eficiente. El proteccionismo distorsionó groseramente los precios. El agro llegó a enfrentar en 1973, en promedio y con respecto a valores no distorsionados, un castigo de precio equivalente al 21%. La guinda de la torta fue la incertidumbre con respecto a la propiedad agrícola -una vez que se empezó a debatir sobre la reforma agraria- que terminó con todo incentivo de inversión en el sector.
Todo eso cambió nuevamente a partir de septiembre de 1973. Se reafirmaron fuertemente los derechos de propiedad, se abrió la economía y se liberaron los precios. Con ello se eliminó el sesgo antiexportador y las distorsiones. Las autoridades se comprometieron a mantener reglas parejas para todos. La apertura comercial implicó un aumento del tipo de cambio real. Así se restituyeron los incentivos para invertir en el agro, entre otros sectores, y se erradicó la "búsqueda de rentas". Los empresarios en general y los del agro en particular no tuvieran otro remedio que invertir, innovar y cooperar.
Es cierto que el cambio en la política económica no es el único factor que explica la emergencia de un moderno empresariado agroproductor. Hubo otros factores, como los mencionados en el reportaje. Pero no cabe duda de que los buenos empresarios siempre existieron en estado latente, habiendo sólo sido reprimidos entre 1940 y 1973 por el intervencionismo estatal discrecional. Una vez que la regulación cambió de sentido, el espíritu empresarial floreció de inmediato.
El tema es importante. Si el surgimiento del moderno empresariado agrario se debió a algunos pocos factores sectoriales específicos, la lección de política es una. En cambio, si el surgimiento de ese tipo de empresariado se aprecia a nivel de toda la economía y es la consecuencia de un cambio general de incentivos, la lección de política es otra. Nos parece que la evidencia a favor de esta última posición es irrefutable y por ello las autoridades deben velar por evitar caer en aquellas prácticas proteccionistas y distorsionadoras que en el pasado resultaron ser tan funestas para el agro y el país en general.
Fuente: Revista del Campo
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