Columna: La información como valor agregado

Destacados Más Noticias Widget
Columna: La información como valor agregado

Por Natalie Devenin. Diseñadora Industrial y Master en Nuevos Hábitos Alimentarios

Es viernes, un frío día de invierno. Entro al supermercado, el hall de acceso me dirige inmediatamente a la sección de frutas y verduras. En el camino veo albahaca, algunas piñas, manzanas, naranjas, limones. Avanzo un poco más y llego a los congelados, donde encuentro camarones ecuatorianos, y un poco más al fondo, en otras góndolas, encuentro fideos de arroz, tapenade de olivas y otros productos provenientes de parajes lejanos.

Estas son parte de las bondades que la globalización nos ha permitido experimentar y disfrutar: distintos y novedosos manjares. Ésta ha dejado el mundo a nuestros pies y el exotismo se siente cada vez más cerca. Nos acostumbramos a la accesibilidad ilimitada y caprichosa de ciertos frutos, y perdemos la lógica de su consumo.

Ahora podemos acceder ininterrumpidamente a frutas y verduras que antes sólo encontrábamos en ciertos períodos del año, cuando a veces teníamos que esperar de un verano a otro para disfrutar de algunas de ellas. Esto nos otorga una sensación de seguridad a la hora de satisfacer ciertos antojos de platos de temporada o para llevar a cabo alguna cena elaborada entre amigos o familia. Pero, al verlo desde un punto de vista más distante (y menos caprichoso), el tener acceso a estos manjares durante todo el año nos hace perder distintas nociones, tanto ambientales como nutricionales, como el impacto de la trazabilidad de un producto, o la lógica de consumir productos de temporada que en algunos casos tienen la virtud de proveernos de nutrientes necesarios para cada estación. 

Recientemente una amiga me ejemplificaba esta reflexión con la naranja, un fruto de invierno, lleno de vitamina C, algo bastante esencial para sobrellevar un invierno crudo. Entonces aparecen cuestionamientos del tipo ¿Cuál es la importancia de la funcionalidad de la estacionalidad de las frutas y verduras? ¿Si estoy comiendo un fruto que viene de otro clima, otra geografía, que ha viajado muchos kilómetros o que ha sido mantenido en cadena de frío durante un período de tiempo importante, sigue manteniendo sus propiedades nutritivas y organolépticas?

Si bien el consumidor a veces sabe identificar cuáles son los frutos y verduras de temporada, en muchas otras no es consciente de la procedencia ni la trazabilidad del producto que está comprando. Desde el punto de vista de la comunicación, una fruta o verdura sólo tiene su envase natural para autopromocionarse. Su piel, su textura, color, aroma y tamaño le hacen justicia (o no) a su contenido, sin embargo, en muchos casos se les suele acompañar de pequeños adhesivos que indican su marca comercializadora, pero prácticamente jamás se indica el proceso ni la información de la procedencia de ésta. Esto pasa a ser un punto en contra para los consumidores interesados y eco-conscientes, pues es muy diferente comprar a productores locales a quienes se puede conocer y establecer un vínculo de confianza, a comprar en una góndola donde sólo se apilan e iluminan bien los productos, sin conocer el impacto que hay detrás de la producción y consumo de cada uno de ellos.

En lo que se refiere a innovación, en áreas de alimentación se trabaja muy fuertemente el concepto de diferenciación y valor agregado. Este valor agregado pasa por nociones como la identidad (imagen), denominación de origen (zona geográfica, exotismo), comunicación y formato de presentación, accesibilidad y modo de uso, siendo estos los más destacables a primer impacto.

Basta con mirar en las góndolas de supermercados y ferias gourmet donde muchas veces se encuentran mismos tipos de productos que luchan por diferenciarse a través de un color, una tipografía distintiva y un logo o sello que identifique su estampa, valor y representaciones asociadas. Pero esto ya no es suficiente. El consumidor actual posee un gran acceso a información, tiende a ser cada vez más consciente de su consumo e incluso de su huella de carbono, por lo tanto el valor agregado, idealmente, va más allá de una etiqueta bonita y una identidad potente, sino que apunta a informar y guiar al consumidor dándole la oportunidad de elegir con otro tipo de argumentos.

En otras palabras, no se trata de llenar cada fruta y verdura con stickers, más bien se propone el buscar un medio o un soporte que facilite una entrega de información directa al consumidor, que le permita conocer estos procesos y de paso establecer un vínculo de confianza entre quien ofrece y quien demanda.

www.portalfruticola.com

Suscríbete a nuestro Newsletter