Viñas chilenas repiensan viticultura del siglo XXI ante desafío del cambio climático
El cambio climático es un problema que ya todos podemos corroborar: el desierto de Atacama avanza cada vez más, mientras que regiones como Coquimbo ya se está desertificando. Las lluvias torrenciales en el sur de Chile, en tanto, comenzaron a quedar en el recuerdo. Sin ir más lejos, y según datos proporcionados por el Centro de Estudios de Zonas Áridas de la Universidad de Chile al diario online El Dinamo, las regiones de La Araucanía y Los Lagos promedian un 92% de déficit durante los primeros meses del año que pasó, en comparación al promedio con años “normales”.
Ante esta situación se especuló hasta en cambiar de lugar las zonas de cosechas vitivinícolas que se establecían en el centro del país hacia áreas más hídricas. Sin embargo, y según nos contó Jimena Balic, jefa de Investigación y Desarrollo de Viña Santa Carolina, moverse hacia latitudes más lejanas no es precisamente la solución ante la problemática del cambio climático.
“Lo que se debe hacer es trabajar en un tema de adaptación a zona extrema, a variedades que no necesariamente son las emblemáticas; en las necesidades de traslado o capacitación de mano de obra especializada y aprender la aparición o incidencia de plagas y/o enfermedades no necesariamente comunes a las zonas ya tradicionales. Todo lo anterior es un desafío, sin lugar a dudas, muy a largo plazo que potencialmente podría afectar el desarrollo social, cultural y económico de las zonas ya establecidas como emblemáticas en la producción de vino chileno”, señala.
Las consecuencias
Vinos de Chile es una entidad gremial sin fines de lucro y de carácter privado que representa a los productores vitivinícolas de Chile. Esta organización explica en su página web que la Cordillera de los Andes proporciona temperaturas más bajas en la medida que se asciende, mientras que nuestra costa tiene una orientación poniente y se define por la helada corriente de Humbolt. De esta forma, “los vientos continentales provocan un clima fresco en el borde costero, obteniendo vinos con mayor acidez y elegancia de aromas”, señalan.
Sin embargo, este escenario cambió la forma de cosecha de las uvas. “En general, frente a nuevos escenarios climáticos, todas las variedades tenderían a verse afectadas, ya sea por una rápida caída en la acidez, acortamiento de períodos o ventanas de madurez; aumento rápido en la acumulación de azúcar, caída en el peso de racimos por deshidratación y una mayor respiración de la planta; disminución en contenidos de color por una evolución rápido de contenidos fenólicos, adelanto en cosechas o altos alcoholes y daños por golpe de sol en la fruta”, detalla Balic.
Luego la experta continúa: “Los blancos en general, al menos los más producidos en Chile como Sauvignon y Chardonnay, se podrían ver más afectados por un aumento en temperatura y disponibilidad de agua ya que la acumulación y/o desarrollo de aromas propios de la variedad está directamente relacionado con temperatura y luz. A muy altas temperaturas de racimos, existe una alta probabilidad que los aromas tiendan a disminuir, producto del metabolismo propio de la planta. Los precursores aromáticos son altamente dependientes de la temperatura, es la forma de combatir el estrés de la planta. La misma calidad de la piel de la baya por daños de golpe de sol afecta directamente la concentración aromática de los vinos al afectar el metabolismo de precursores aromáticos propios de cada variedad”.
Nuevo enfoque para la viticultura en Chile
El objetivo que se ha trazado Santa Carolina a largo plazo – y sin duda que otras viñas de Chile harán algo similar- es contar con un plan que permita la adaptación de los viñedos ya existentes en los distintos valles tradicionales y emblemáticos de Chile.
Balic explica que “para esto se deben adaptar las técnicas y manejos de los viñedos a las nuevas condiciones climáticas existentes a través de manejos en arquitectura tanto aérea de la planta como radicular. En enología el plan es adaptarnos a nuevas condiciones de madurez con ciclos más cortos de vendimia y más eficientes. Lo otro fundamental es aprender a trabajar con variedades y portainjertos que se adapten mejor a estas condiciones, por ende variedades con ciclos cortos de madurez y portainjertos quizás jamás pensados para estas condiciones. En conclusión, repensar la viticultura del siglo XXI en Chile”.
A través del Programa de Transferencia “Manejos para enfrentar el cambio climático en Vid Vinífera” liderado por Viña Santa Carolina en conjunto con FDF –Fundación para el Desarrollo Frutícola-, y aprobada y cofinanciada por CORFO, se han podido implementar una serie de iniciativas con el objetivo de “mejorar la productividad y competitividad de los productores de vid vinífera mediante la difusión y transferencia de manejos agronómicos innovadores para la optimización de la eficiencia en el uso de agua de riego y adaptabilidad al cambio climático en los valles tradicionales de producción de vinos chilenos”, finaliza.