Columna: Rescate de semillas, cosa del futuro
Por Héctor Echeverría Vásquez
Desde los inicios de la agricultura, la adaptación genética de las semillas ha sido una necesidad para mejorar la productividad de los campos. Producto de esta misma capacidad —la de evolucionar, transformar nuestro entorno—, el ser humano ha introducido procesos tecnológicos cada vez más complejos y alineados con las necesidades de comercialización y distribución de los alimentos.
Tomates larga vida, lechugas hidropónicas y muchas otras hortalizas de alto consumo han sido mejoradas artificialmente para adaptarse al medio ambiente-comercial que hemos creado. Lamentablemente, muchas de estas mejoras han sido en desmedro de sus cualidades organolépticas y también de la historia que resguardan las especies nativas de cada zona del mundo. Ya en 1999 un estudio de la FAO aseguró que sólo durante el siglo XX, la humanidad perdió el 75% de sus recursos fitogenéticos.
Ante esta realidad, han surgido diversos movimientos a nivel mundial que promueven el rescate de las semillas originarias de los pueblos. Por otro lado, los consumidores, cada vez más conscientes del valor del buen comer —entendido no sólo como “nutrirse”, sino como la experiencia de disfrutar distintos sabores, olores y texturas— están exigiendo productos de buena calidad, de buen sabor y amigables con el medio ambiente en su producción.
Este giro hacia una agricultura que promueve el valor de lo local y prefiere el tratamiento natural de los productos frescos, no puede ser sino una oportunidad para los productores. A partir de esta idea es que en la Fundación para la Innovación Agraria estamos promoviendo una línea de rescate del patrimonio agroalimentario de las distintas zonas del campo chileno, convencidos de que fomentar el intercambio comercial de la agricultura familiar campesina también es innovación, ayudando además, a mejorar la calidad de vida de este sector.
En este desafío estamos trabajando codo a codo con organizaciones como Anamuri, la Asociación Nacional De Mujeres Rurales e Indígenas, una de las agrupaciones que con más fuerza han promovido la protección de las semillas. Entre ellas vive una de las tradiciones más antiguas del mundo: la de las guardianas de semillas, rol que ha estado presente en todas las culturas y que hoy apostamos por rescatar, con el objetivo de garantizar que sus conocimientos se sigan transmitiendo y también como una manera de proteger el patrimonio genético de nuestra naturaleza.
Una semilla siempre será futuro y este futuro que se vislumbra comprometido con la agricultura familiar campesina, con el consumo de alimentos que nutran y fortalezcan nuestra salud y con una producción sustentable y reflexiva respecto a la realidad ecológica que atraviesa el planeta, representa un desafío que asumimos con el compromiso que nos ha caracterizado en los 20 años que hemos trabajado por la innovación en el sector agroalimentario de Chile. Nos sumamos a las palabras de Francisca Rodríguez, dirigenta de Anamuri: “Muchos dicen que rescatar semillas es cosa del pasado. Nosotros creemos que es cosa del futuro”.
Puede contactarse con Héctor Echeverría a través de su twitter @hecheverriav