Columna: ¿Cómo un tercio de los alimentos del mundo termina en la basura?

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Columna: ¿Cómo un tercio de los alimentos del mundo termina en la basura?

Por Aquiles Neuenschwander, Ingeniero Forestal experto en innovación agroalimentaria, cambio climático y energías renovables de FIA. Ex consultor forestal de la FAO y promotor de la sustentabilidad.

AquilesLa emergencia agroecológica que han provocado los tremendos incendios forestales que afectaron nuestro país deja inmensas tareas pendientes para quienes nos vinculamos con el sector forestal, agrícola y alimentario del país.

En la complejidad de las acciones que hay que tomar frente a cada una de ellas, hay un concepto que debe cruzar las soluciones que diseñemos para reconstruir el daño: la sustentabilidad.

El sector alimenticio es uno de los que ofrece mayores posibilidades de mejora y, por lo tanto, de innovación. La FAO estima que casi un tercio de los alimentos que se producen en el mundo para el consumo humano —cerca de 1300 millones de toneladas al año— se pierde o se desperdicia. Estas pérdidas se concentran cada vez más en las ciudades, donde actualmente vive la mitad de la población mundial.

Reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos tiene notables impactos en nuestra forma de vida como humanidad y sus repercusiones en el medio ambiente, tales como reducir las áreas bajo cultivos agropecuarios, disminuir el consumo de agua de riego y bebida, bajar el uso de fertilizantes y pesticidas, recortar el gasto en refrigeración y transporte entre el productor y el consumidor y después a los vertederos de basura, junto con rebajar las emisiones de gases efecto invernadero y otros polutantes del aire y aguas subterráneas, entre otros.

Realidad del desperdicio en Latinoamérica

La FAO calcula que se pierden o se desperdician unas 348.000 toneladas de alimentos al día, que serían unos 127 millones de toneladas al año, que equivale a un promedio de 223 kilos de comida perdida por habitante al año. Esta cantidad de comida desperdiciada podría servir para cubrir las necesidades calóricas de unos 36 millones de personas en la región latinoamericana.

Este fenómeno puede ser explicado por distintas causas: la falta de claridad en el etiquetado sobre la vida útil, recomendaciones deficientes de almacenamiento, desecho de frutas y verduras por su aspecto visual, sobredimensionamiento de las porciones en el plato de comida y la compra de más de lo necesario.

Sin duda hay un gran desafío que enfrentar, partiendo por el desarrollo de mejores prácticas para el diseño y las operaciones de los mercados mayoristas, lo que permitiría reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos, y también mejorar el acceso de los productores a los mercados y la manipulación de los alimentos.

El ejemplo de Francia

Pero también es necesaria la implementación de políticas públicas. En Francia, la Cámara Baja aprobó de manera unánime a fines de 2015 una ley que impide que la comida se bote por estar cerca del fin de su vida útil o por defectos menores que afectan su estética. Abarca a los supermercados que tengan más de 400 metros cuadrados de superficie, los cuales tendrán que donar la comida que no cumpla estándares comerciales pero sí de inocuidad a la caridad.

Si la comida no está apta para consumo humano, ésta tendrá como destino el consumo animal o el compost. La norma también prohíbe que los supermercados arrojen agua o cloro a la comida para que no sea consumida desde la basura, práctica habitual no sólo en ese país. No cumplir con la normativa arriesga multas de hasta 75 mil euros o dos años de cárcel.

¿Cuál es la situación en Chile?

Según un estudio de IdeaPaís y la Universidad de Talca, estimó que un 95% de los encuestados reconoció botar comida del refrigerador en forma habitual.

Cristóbal Ruiz-Tagle, director del informe “Pérdida y desperdicio de alimentos en Chile: un análisis desde la solidaridad” explicó que, en medio de la discusión sobre la nueva ley de etiquetado y la nutrición en Chile, se había omitido una realidad sobre el desperdicio de alimentos en el país.

A partir de este diagnóstico, el Centro de Estudios elaboró una lista de propuestas para aportar a reducir el desperdicio: crear una ley de donación de alimentos, sello de calidad a las empresas que donen voluntariamente, restaurantes populares que usen comida recuperada o desarrollar innovaciones en el proceso de conservación.

Al parecer es un tema del que las nuevas generaciones están más atentos: recientemente fue lanzada la aplicación Ecomida (www.ecomida.cl), creada gracias al apoyo de Corfo, que permite tanto a los consumidores como a los comerciantes gestionar mejor los recursos alimentarios.

El llamado es, entonces, a dimensionar el tremendo impacto que este tema tiene a nivel económico, ecológico y social y a aprovecharlo como una oportunidad de innovación: con buenas ideas podemos aportar a un entorno más sustentable.

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