Por Ernesto Cisternas Arancibia, entomólogo INIA La Cruz
La Tijereta europea (Forficula auricularia L.), llegó al extremo sur de Chile accidentalmente a principios del 1900, probablemente a bordo de barcos, entre las mercaderías que se importaban desde Europa.
El incremento del comercio y turismo ha facilitado la dispersión de este insecto y su adaptación a nuevas condiciones climáticas. En la década del 80 llegó a la región de Los Lagos, en los 90' a La Araucanía y el Biobío, en el 2010 a la región de Valparaíso y en el 2015 al norte de Los Vilos, asociándose a cultivos bajo invernaderos, hortalizas, frutales, ornamentales, flores y jardines en zonas urbanas.
Este insecto es endémico de Europa, Oeste de Asia, Norte de Africa, siendo accidentalmente introducido también en Norte y Sudamérica, Australia, Tasmania, Nueva Zelandia, Japón y Este de Africa. En Chile, se distribuye entre las regiones de Coquimbo y Magallanes.
La tijereta consume vegetales y animales en proporciones que cambian según el cultivo y/o ecosistema donde se desarrolla. Considerada plaga y también un importante enemigo natural de insectos (depredador), en manzanos bajo sistemas de producción integrada y orgánica en Europa, Norteamérica y Australia. Su acción como depredador dependerá de la densidad de población y susceptibilidad a los productos químicos usados en los sistemas de producción.
Consume y contamina con sus fecas, alimentos elaborados para humanos y mascotas. Se asocia a lugares habitados, localizándose en leñeras, marcos de puertas y ventanas, tabiquería y sistemas eléctricos. Ingresan a las casas caminando, ocultas en flores del jardín, leña, ropa secada al sol y recogida en la noche. El olor a alimento de los bebes y los niños las atraen hacia donde ellos duermen, produciendo reacciones alérgicas localizadas, donde presiona la piel con sus tijeras y/o muerde.
Las tijeretas pueden alimentarse de tejidos vegetales, hongos, líquenes, polen, flores y frutos blandos, como por ejemplo: poroto, coliflor, repollo, apio, lechuga, arveja, remolacha, papa, ruibarbo, tomate, pelo de choclo , almácigos, clavel, dalia, rosa, manzana, damasco, pera, durazno, ciruela, frutilla y frambuesa. Plantas y flores de jardín y follaje tierno de palto en la región de Valparaíso.
Entre los insectos que depreda destacan: pulgones, arañas, pupas de escarabajos, huevos de crisomélidos, escamas, conchuelas, collembolos, arañita roja, larvas de mariposas e individuos de la misma especie por canibalismo.
Es hemimetábola, es decir pasa por los estados de huevo, ninfa y adulto. Los huevos son blancos perlados, ovales (1,4 x 0,9 mm) puestos en nidos de 30 y 60 huevos bajo el suelo cercanos a la superficie (-5 cm), bajo piedras, trozos de madera y cercano a raíces de plantas. Las hembras pueden oviponer dos veces durante la temporada (I: julio-agosto y II: octubre-noviembre) en la región de Los Lagos.
En climas más fríos oviponen sólo una vez y en climas más cálidos habría más de dos oviposturas. La embriogénesis se estima en climas fríos sobre 50 días y sobre 20 días en climas más cálidos.
Las ninfas pasan por cuatro estados. La coloración al eclosionar y luego de cada muda es blanca, tornándose pardo claro posteriormente.
Los adultos son de color pardo oscuro. Pueden medir entre 1,5 a 2,5 cm de largo. Presentan estructuras características en el extremo del abdomen que semejan tijeras (a lo que deben su nombre), la forma de estas estructuras permiten determinar el sexo. El desarrollo del ciclo podría tomar entre 56 y sobre 100 días, dependiendo las condiciones del clima. La tijereta pasa el invierno como estado adulto.
Este insecto es activo sólo durante la noche, ocultándose en el día en refugios oscuros, sobre las plantas, entre hojas, bajo el suelo, hojarasca, grietas, bajo maderas, interior de mangueras y entre tablas. Prefiere climas templados y no es muy tolerante a ambientes áridos; pero bajo sistemas irrigados sobrevive bien. Su actividad nocturna dependerá del clima, siendo favorecidas por las temperaturas mínimas altas y estables.
Las temperaturas altas son desfavorables. El viento fuerte y cielo nublado favorece su actividad.
Foto: INIA
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