Humedad del suelo. Cómo se comporta y su importancia
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Sabemos que en el suelo hay agua pero, ¿cómo se comporta?
La humedad del suelo es un concepto esencial ya sea en cultivos intensivos, extensivos, huertos ecológicos, las plantas de una casa y todo aquello que tenga que ver con desarrollo vegetal. Todos nos imaginamos qué es, aunque hoy vamos a profundizar algo más. Nos metemos en el suelo para ver cómo se comporta el agua en su interior.
Partimos de la ley fundamental de toda vida en el planeta cuya necesidad de agua es incondicional. Estamos ligados a ella de una forma u otra y las plantas no son una excepción. Podríamos pensar en los cactus pero necesitan agua como cualquier otra (en menos cantidad) sólo que estos la almacenan y apenas transpiran para que no escape. Cómo influye el agua en el crecimiento de las plantas y cómo se debe regar.
Una vez comentada la importancia, el medio habitual de absorción de agua por parte del reino vegetal, es el suelo. El agua contenida en él. Esto nos lleva al término humedad del suelo. ¿Qué humedad del suelo debo tener para las plantas? Esta es una pregunta demasiado amplia y la respuesta como siempre es: depende.
Depende de la especie, las condiciones, el tipo de suelo, su estructura, su composición, pero sobre todo de lo primero: de la especie. La planta es la que nos determina su tolerancia a mayor o menor cantidad de agua en el sustrato. Sus raíces son las que se pudren o no, dependiendo de qué planta hablemos.
Mencionando dos extremos: la raíz del cactus es muy poco tolerante a un exceso de humedad y se pudre enseguida. A más de uno le habrá pasado que ha regado un cactus más de la cuenta y finalmente ha muerto. Y por otro tenemos el nenúfar o plantas afines de pantano, que viven literalmente en el agua sin inmutarse. Su estructura vegetal está diseñada para no “ahogarse”. Por tanto, el término humedad del suelo adecuada, es muy variable en el mundo vegetal.
¿Cómo definimos la humedad del suelo?
Es sencillo pensar que la humedad del suelo va a ser simplemente el agua que contenga el suelo, sin más. Tal afirmación es cierta, pero algo sesgada desde la visión agronómica. Hemos de definir en qué momento se mide la humedad del suelo. En un suelo muy arenoso, justo después de una lluvia, la humedad será alta, pero ¿cuánto dura eso? El agua se drenará igual de rápido que ha caído y dejará de ser disponible para las plantas en cuestión de horas o incluso minutos. Lo interesante es ver qué capacidad tiene ese suelo para retener esa agua y que sea disponible para las plantas y además, que éstas últimas toleren el agua retenida. Esto lleva a pensar, cómo se queda el agua atrapada en el suelo y qué fenómenos tienen lugar en ese caso.
¿Cómo se encuentra el agua en el suelo?
En primer lugar y lo más sencillo:
El agua libre: Es la fracción de agua que se encuentra alojada en los poros de mayor tamaño del suelo sin ninguna fuerza molecular que le impida moverse libremente. La fuerza de la gravedad es la que hace desplazarse esta agua hacia capas más profundas del suelo relativamente rápido. El ejemplo más extremo es pensar en la arena de playa. Los huecos entre partículas arenosas, son muy grandes. El agua percolará rápidamente por efecto de la gravedad. Este agua se pierde rápidamente por el drenaje del suelo. La deducción directa es que este agua no estará disponible para las plantas.
Fenómenos de capilaridad. Más de una vez hemos oído hablar de la tensión superficial del agua. Cuando vemos un Gerris lacustris (comúnmente llamado zapatero) caminar sobre el agua, estamos ante un fenómeno de tensión superficial. Es decir, la fuerza que ejerce el insecto sobre el agua, no supera a las fuerzas de unión de su tensión superficial. Esta misma tensión superficial existe en el agua del suelo y provoca movimientos por capilaridad en el suelo. Para esto, la estructura del suelo debe ser muy distinta a la de un suelo arenoso. Los poros o espacios entre partículas deben ser mucho más pequeños (microporos) que en un suelo arenoso (macroporos) y esto permite que las fuerzas de tensión superficial retengan ese agua. Desde el punto de vista nutricional, esta es la fracción de agua del suelo que nos interesa. La mayor parte del agua capilar es la que las plantas pueden absorber sin dificultad. Estas fuerzas de unión no son muy intensas y las raíces pueden vencerlas para absorber dicha agua.
Por otro lado tenemos el agua que forma parte de la materia orgánica alojada en el suelo. Los compuestos orgánicos tienen agua en su constitución molecular, salvo que esta tampoco está disponible. Lo mismo ocurre con el agua adherida a las partículas del suelo. Su unión es tan fuerte que tampoco estará disponible. Estas dos fracciones de agua del suelo no tienen prácticamente importancia. Primero porque son fracciones muy pequeñas, y segundo, porque no están disponibles para la planta. Pero existen y hay que mencionarlas.
Teniendo en cuenta que las dos últimas fracciones son poco significativas y que el agua libre se drena relativamente rápido, podemos establecer que la capacidad de retención de agua de un suelo, corresponde en su mayor parte al agua capilar. Y de esta, una buena parte estará disponible para las plantas. Ya tenemos nuestra definición de humedad del suelo, desde el punto de vista de interés agronómico. Y de aquí, se deducen dos términos muy utilizados en el mundo agronómico que nos indican el intervalo para el cual la planta se encuentra con niveles adecuados de humedad o agua disponible. Este intervalo es el que nos determinará en gran medida, los intervalos y las frecuencias de riego.
- Capacidad de campo: Es la cantidad máxima de agua que un suelo puede retener después del drenaje del agua libre. Si tenemos en cuenta lo descrito anteriormente, la fracción de agua correspondiente a la capacidad de campo será prácticamente equivalente al agua capilar.
- Punto de marchitez: Es el momento en que no existe agua disponible para las plantas y éstas comienzan —como bien indica el término a definir— a marchitarse.
¿Y cómo medimos la humedad del suelo?
Este es un punto difícil. La cantidad varía mucho en el suelo. Como bien sabemos la homogeneidad de un suelo brilla por su ausencia casi siempre. Los métodos más exactos suelen ser métodos de laboratorio, cámaras de presión, gravimetría etc. que determinan los puntos de marchitez, capacidad de campo etc, de una muestra de suelo homogeneizada. Estos métodos nos dan los valores más exactos y de referencia, pero muchas veces necesitamos saber los valores aproximados casi en tiempo real, con el fin de actuar en consecuencia con nuestros cultivos.
La medición “in situ” se realiza principalmente por tensiómetros o actualmente por métodos eléctricos. Los medidores de humedad actuales son capaces de determinar en segundos, los valores de capacidad de campo (Field capacity en inglés) y Punto de marchitez (Wilting point). Los ponemos en inglés porque la instrumentación suele venir en este idioma.
Fuente: www.agromatica.es