La pudrición morena es una de las principales enfermedades de todas las especies de Prunus cultivadas comercialmente en la mayor parte de las regiones del mundo, provocando pérdidas en pre y postcosecha. Unas décadas atrás, se describían tres especies del género Monilinia como agentes causales, M. fructicola, M. laxa y M. fructigena. Hoy, además se suman las especies M. polystroma, M. mumeicola y M. yunnanensis. Las especies involucradas no son diferenciables morfológicamente, cobrando importancia los análisis moleculares en la identificación taxonómica.
M. fructicola, además de pudrición de frutos, causa el tizón de la flor en carozos. El hongo puede penetrar a través de cualquier parte de la flor, continuando el proceso de infección invadiendo tejidos que adoptan una coloración pardo-oscura, apareciendo rápidamente esporodoquios en el tejido infectado. Si un cultivo presenta una floración homogénea, el tizón de la flor rara vez causa pérdidas significativas, pero en condiciones de una floración reducida y heterogénea, por ejemplo en primaveras con heladas, el tizón de la flor puede causar grandes pérdidas, adoptando gran importancia las aplicaciones de fungicidas en esta época.
La fase más destructiva del hongo corresponde a infecciones de frutos en proceso de madurez antes de la cosecha. El primer indicio de infección en precosecha es el desarrollo de pequeñas manchas circulares y superficiales, formando frecuentemente anillos concéntricos. Con el avance de la enfermedad, la pudrición morena invade completamente a los frutos, produciéndose un oscurecimiento del tejido por engrosamiento de la pared celular del hongo. El fruto afectado se transforma en una “momia” arrugada de color pardo oscuro a negro, que permanece adherido o cae al suelo. Los frutos momificados que son parcialmente enterrados unos centímetros en suelo húmedo, pueden producir apotecios durante la siguiente floración, dando origen al inóculo primario de la siguiente temporada.
A partir de la década de los 90s M. fructicola está reportada en Sudamérica, la excepción es Colombia y hasta hace unos años lo era Chile, hasta que en el 2011 fue oficialmente reportada como especie cuarentenaria presente bajo oficial y el 2014 como plaga presente por el Servicio Agrícola y Ganadero.
Antes de la detección de M. fructicola en Chile, la única especie reportada era M. laxa. Esta especie estaba distribuida desde la provincia de Santiago por el norte hasta Valdivia por el sur. Las primeras detecciones de M. fructicola en el país, se realizaron en el año 2009 en nectarines comercializados en supermercados de Santiago y que provenían de California. Ya en el año 2011 el SAG entregaba las alertas correspondientes a las primeras detecciones a partir de fruta producida en Chile.
Desde el primer reporte en el país, el patógeno ha sido detectado en campo, con una frecuencia variable entre temporadas causando pudrición de frutos esencialmente, pero también es muy fácil de observar luego de almacenaje refrigerado en el periodo de shelflife.
Bajo este inquietante panorama nacional, se estableció una alianza cooperativa enmarcada en una tesis de doctorado, entre Laboratorios Diagnofruit y los académicos Dr. José Luis Henríquez y Dr. Alan Zamorano, pertenecientes al Departamento de Sanidad Vegetal de la Fac. de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, con el fin de conocer los niveles de sensibilidad a diferentes fungicidas utilizados para el control del patógeno y a la vez, establecer mediante estudios de filogenia el origen de las poblaciones que comenzaron la epidemia en nuestro país.
Por disposición del SAG, a partir de 2012 se implementaron una serie de medidas de control, entre ellas el uso de fungicidas de forma preventiva. Dada la escasa rentabilidad en las exportaciones de carozos, especialmente duraznos, y buscando optimizar el uso de los productos, es que la mayoría de los huertos realiza aplicaciones de fungicidas con doble propósito, es decir, utilizan un mismo producto para el control simultáneo de M. fructicola y B. cinerea o bien otro patógeno fúngico de importancia. Los programas fitosanitarios son diversos, no obstante, los fungicidas a utilizar deben contar con la autorización del SAG para el control del patógeno. Por lo general, los programas fitosanitarios se componen de 4 aplicaciones por temporada en los períodos de botón, floración, viraje de color y precosecha, comenzando con aplicaciones de fungicidas inhibidores de la demetilación (DMI) solos o en mezclas y finalizando, por lo general, con fenhexamid, solo o en mezclas, o bien ciprodinil & fludioxonil, boscalid & piraclostrobin o triflostrobin & pirimethanil. La sensibilidad a fungicidas in vitro, de una población chilena de M. fructicola histórica que comprendió aislados colectados entre 2012 y 2015, y evaluada mediante crecimiento miceliar para iprodione, tebuconazole, propiconazole, azoxistrobin y fenhexamid indicó sólo la presencia de aislados sensibles a todos los activos coincidiendo con la ausencia de mutaciones a nivel genético relacionadas con resistencia a dichos fungicidas.
Detección de aislados sensibles a diversos modos de acción da luz verde para el uso de estas moléculas en el control del patógeno; no obstante, la adquisición de resistencia es probablemente cosa de tiempo y en ese contexto debemos saber cuándo y cómo posicionar cada molécula, mediante el monitoreo año a año y el uso de medidas anti-resistencia en el campo.
Por otra parte, si bien el primer foco de M. fructicola detectado en el país era de fruta proveniente de California, no era indicio de que el patógeno hubiese ingresado vía fruta de exportación o que no tuviera otras fuentes de ingreso, pues tanto Argentina, como Perú, Bolivia, Brasil y otros países de la región presentan el patógeno hace más de dos décadas. Los análisis filogenéticos se realizaron comparando poblaciones de M. fructicola chilenas, brasileñas, uruguayas, argentinas, ecuatorianas, americanas y chinas.
Los resultados indican que la población chilena de M. fructicola está relacionada genéticamente con la población californiana, siendo diferente de las poblaciones presentes en otros países de Sudamérica, confirmando el ingreso al país a partir de fruta de exportación contaminada con el hongo desde esa específica zona del país Norteamericano.
Cada vez que una enfermedad o plaga ingresa y se establece en nuestro país, debemos considerar un protocolo de caracterización de los aislados fundadores. Conocer el origen, su evolución y los procesos de adaptación de dichos aislados es crucial para generar medidas de manejo efectivas de acuerdo al conocimiento local, permitiendo obtener una trazabilidad del conocimiento en el tiempo.
Fotografía principal: SAG DAPF.
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