Columna de Opinión: Manejo resiliente de la sanidad vegetal ante escenarios influenciados por el cambio climático, por Isabel Pérez

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Columna de Opinión: Manejo resiliente de la sanidad vegetal ante escenarios influenciados por el cambio climático, por Isabel Pérez

bf305b51 20191231 181758 e1578919947527Por Isabel Pérez Rodríguez, jefa del Departamento de Fitopatología,Consultora Agri Development Ltda .

Chile, siendo aún una reconocida potencia productora de fruta fresca y procesada debe permanentemente cumplir, no solo con altos requerimientos de calidad; sino que además dicha calidad debe obtenerse cumpliendo con los altos estándares de inocuidad alimentaria vigentes en los mercados de destino de la producción nacional.

Este último aspecto, cada temporada se transforma en un desafío más complejo de solucionar dadas las variables a considerar. Para ello, en cada temporada en el rol de asesor debemos analizar el historial de cada predio/cultivo respecto a las diferentes problemáticas acontecidas durante la temporada, incluyendo los eventos edafoclimáticos reportados, incidencia de plagas y enfermedades; volúmenes producidos, alteraciones realizadas a los programas de manejo fitosanitario previamente recomendado (aquí va un “voto de fe” a la sinceridad del productor), etc.

Una vez analizadas las variables, de manera individual y concatenada, se realizan las modificaciones necesarias para optimizar los programas integrados de control sanitario, priorizando para ello, entre otras medidas, el uso del menor número de moléculas pesticidas con el menor impacto posible respecto a la condición inocua que debe cumplir la producción.

Sin embargo, en teoría, este procedimiento puede parecer una rutina bastante bien aprendida por muchos de los actores involucrados en el proceso productivo. Lamentablemente, en la actualidad, esto no es así.

Cada vez que se “cree” haber conseguido diseñar una “receta mágica” que posiblemente permita solucionar no solo uno, sino que varios de los problemas de índole fitosanitario del huerto, nos vemos enfrentados a rehacer, o en el mejor de los casos, a adecuar los programas fitosanitarios cada vez que nos afectan nuevos problemas de origen biótico o abiótico, como ocurre actualmente, en este último caso, con las sequías extremas.

Borrón y cuenta nueva I

Este contexto nos obliga a incluir a este nuevo factor como una limitante del cultivo que nos obliga a producir con escasos volúmenes de agua en estados fenológicos críticos, promoviendo directamente una condición de estrés en la planta que dificulta que ésta se defienda de manera eficiente de agentes fitopatógenos y/o entomológicos, por ejemplo.

Plantas jóvenes obtenidas a partir de deficientes programas de producción de germoplasma (contaminadas con diferentes microorganismos fitopatógenos) se mantendrán en una condición asintomáticas si y solo sí éstas no son sometidas a condiciones de estrés; dado el actual acontecer nacional, solo es de esperar que dicha condición deficiente quede en evidencia en un corto plazo.

Elucubrando un escenario en que el déficit hídrico no logra constituir una verdadera limitante, todo productor, ante un mercado atractivo y rentable, siempre va a buscar incrementar su producción; ya sea estimulando de manera natural y/o artificial los volúmenes de fruta de cada planta, y/o incrementando la densidad de plantas en el huerto.

Borrón y cuenta nueva II

Al incrementar la densidad de plantas/ha y consecuentemente el contacto directo entre ellas, ante cualquier co-existencia de plantas enfermas y sanas, se incrementa de manera riesgosa la posibilidad de contaminación entre éstas.

Este aspecto ya es posible de observar en la actualidad y podemos ejemplificarlo en huertos de paltos establecidos en sistemas de alta densidad; el permanente roce entre las ramillas conjuntamente con el agresivo mecanismo de cosecha de sus frutos han facilitado el proceso de infección del hospedero, haciendo evidente la dispersión de los microorganismos responsables de enfermedades que afectan a la madera y fruta en este cultivo.

Ante este tipo de situación, nuevamente debemos alterar los programas originales de control fitosanitario, sin posibilidades de extrapolar soluciones diseñadas en otros países, incluso si éstas se han obtenido en países del mismo hemisferio, dadas las condiciones tan únicas de nuestro país.

Sí frente a este panorama tan adverso, aún logramos elaborar un programa eficiente de manejo de las problemáticas sanitarias producidas por alteraciones en la densidad poblacional del cultivo, éste seguramente incrementará los costos de los programas fitosanitarios, ocasionando ciertos reparos, por lo demás comprensibles, por parte del productor, principalmente si se trata de cultivos cuyos retornos no son tan promisorios.

Una de las decisiones que pueden tomarse ante este escenario es un recambio varietal y/o ante en un panorama mucho más abrupto, un recambio de cultivo.

Borrón y cuenta nueva III

Ante estas posibilidades, el programa de manejo fitosanitario integrado debe ser sustituido completamente, sumando además dos importantísimas agravantes: la primera, que la especie de reemplazo sea tanto o más susceptible a los patógenos pre-existentes en el cultivo anterior; y la segunda, que la elección para sustitución considere una nueva variedad, recientemente generada en el país o recientemente introducida al país, de la cual no se disponga de mayores antecedentes validados científicamente respecto de su susceptibilidad a los principales problemas de índole fitosanitario local.

En ambos casos, el país dispone de varios reportes que permitirían realizar completos estudios de casos, todos los cuales lamentablemente han convergido en la pérdida completa de plantas (muerte por infección, mutilación, contención, erradicación, etc.).

Ante este panorama adverso, debemos volver a elaborar un programa de manejo fitosanitario integral donde nuevamente resulta básico y crucial disponer de germoplasma con una óptima condición sanitaria.

Parte de la estrategia para optimizar estos nuevos programas de control debe incluir una más activa participación de los productores; los productores deben “auto-convencerse” de ejercer la presión necesaria ante las entidades productoras de planta así como de los organismos reguladores de éstas, para que de manera CONJUNTA se elaboren estrictos protocolos de producción de germoplasma con optima condición sanitaria, tal como existen por ejemplo en Australia y Nueva Zelanda.

Ante este nuevo escenario, sí resulta factible concretar un sistema productivo que no solo permita disponer de un programa de control fitosanitario eficiente; sino que además con escaso impacto a la inocuidad alimentaria, empleando plantas sanas provenientes de viveros con programas de producción de germoplasma comprometidos con óptimos estándares de calidad que nos permita establecer sistemas de plantación de alta densidad, el productor puede nuevamente verse “tentado” a mejorar su proceso productivo si para ello, además, considera la influencia del Cambio Climático, desde un punto “menos” negativo: habilitación de nuevos sitios para establecimiento de huertos frutales en latitudes tan australes como, por ejemplo Chile Chico, Región de Aysén (S46°46'0.62"; O72°35'4.85").

Borrón y cuenta nueva IV

Nuevamente debemos re-adecuar los programas de manejo fitosanitario integrado, principalmente debido a que bajo estas nuevas y muchas veces desconocidas condiciones edafoclimáticas, los hospederos naturales de este ecosistema han albergado una población de plagas y enfermedades propias, que ante la presencia de un nuevo hospedero mucho más “atractivo”, la respuesta más evidente será la infección y/o infestación.

Este nuevo problema no sólo podría ocasionar severos daños o muerte del nuevo hospedero (ej. cerezos), sino que en el caso de que las plantas sobrevivan, como ha ocurrido hasta la fecha, éstas puedan ser contaminadas con plagas endémicas, propias del bosque nativo chileno pero que dada esta condición de endemismo, resultan cuarentenarias para todos los mercados de destino de esta tan austral producción.

Este problema no es de tan pronta y fácil solución ya que, además de que el hospedero se ubica en una nueva zona climática, el ciclo, tanto de plagas como de potenciales enfermedades, requieren ser estudiados respecto al número de ciclos biológicos/temporada/estados fenológicos más susceptibles, los que una vez determinados, requerirán de herramientas eficientes de control, entre las que en el caso de pesticidas tradicionales, además, requerirán de nuevas evaluaciones dada la diferente tasa de degradación respecto a las registradas en la zona norte del país.

Considerando los numerosos posibles escenarios que actualmente influyen y condicionan la sanidad vegetal de frutales y vides en Chile, resulta crucial que todos los involucrados en la cadena productiva desempeñen sus funciones de acuerdo a la información local disponible elaborada por especialistas nacionales con demostrada pericia local y nunca extrapolando experiencias internacionales incluso, sí se describen como promisorias y aún menos si se presenta como una “receta infalible”.

La responsabilidad de producir volúmenes de fruta que permita sostener en el tiempo los compromisos comerciales adquiridos, siempre respetando los estándares internacionales de inocuidad alimentaria, son del productor.

Sin embargo, esto no significa que el productor deba trabajar en solitario; éste debe disponer de suficiente información técnica especializada (universidades, centros de investigación y asesores, todos ESPECIALISTAS) para tomar sus decisiones de manera inteligente, cumpliendo con la normativa vigente, tanto respecto a las obligaciones como a sus derechos (Servicio Agrícola y Ganadero, SAG).

Ante tanto “Borrón y cuenta nueva”, queda de manifiesto que nuestro sector agrícola posee una gran capacidad de resiliencia ante la adversidad, sin embargo, esta misma capacidad adaptativa nunca debe considerar prácticas agrícolas que entren en conflicto con la ética, la responsabilidad social y medioambiental.

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