A pesar de que el sistema de reciclado de papel, plástico y vidrio ayuda a reducir la emisión de CO2, resulta insuficiente porque, en países como España, gran parte de la materia orgánica de los hogares llega sin separar a los vertederos y los restos de comida se descomponen en un contexto anaeróbico que libera gases efecto invernadero. Con el objetivo de darle solución a este problema, cada vez más gente se inclina por gestionar sus propios residuos y hacer compost con la materia orgánica.
Para transformar materia orgánica en compost no se necesita una planta de tratamiento de residuos, basta con tener restos de comida, una caja de cartón, fibra o cáscara de coco y ceniza de madera.
Estos dos últimos ingredientes son necesarios para que las bacterias aeróbicas descompongan los restos de alimentos y, a su vez, la humedad resultante sea captada para evitar el filtrado de líquidos.
Según uno de los últimos métodos que se han popularizado en Japón, el primer paso consiste en llenar la caja de cartón con la mezcla de cenizas y cáscaras de coco; aunque también se puede utilizar simplemente serrín.
Después, se añadirán restos orgánicos como cáscaras de huevo y deshechos de frutas y verduras pasados por la batidora; posos de café; hojas de té e infusiones; hueveras de cartón y cenizas de barbacoa.
Todo ello deberá introducirse en el centro de la caja para, posteriormente, cubrirlo todo con la mezcla inicial.
Por último, se recomienda tener la caja en una superficie ventilada y tapada por un paño de cocina ya que los olores derivados de la fermentación son bastante intensos.
Al margen de las ventajas particulares que pueden llevar a una persona a ahorrarse algo de dinero en fertilizantes y productos para el cuidado de las plantas; la producción de compost contribuye a reducir los gases efecto invernadero presentes en los vertederos.
Debido a que no existe una separación de la materia orgánica, los restos de comida se descomponen en un contexto anaeróbico, es decir, sin oxígeno y que libera gases efecto invernadero como el metano.
Por lo tanto, al convertir los deshechos orgánicos en compost no sólo contribuimos a devolver parte del carbono previamente utilizado a la tierra; además evitamos que se acumule en forma de gas efecto invernadero.
Gestión actual. Según los últimos datos publicados por el Parlamento Europeo, España envía el 60% de sus residuos a los vertederos. Estos porcentajes distan de la normativa que exige a los Estados miembro que en 2020 reciclen el 50% de sus residuos; en 2030, el 65%.
En este mismo contexto, el reciclaje solo representa el 30% de la gestión de nuestras basuras. Por el contrario, países como Dinamarca reciclan un 47% de sus residuos y solamente envían a vertederos el 1% de ellos.
En línea con el compromiso danés, la ciudad americana llevaba varios años desarrollando un programa de compostaje que permitía que los ciudadanos tirasen a un contenedor específico solamente los restos de materia orgánica que servían para producir compost.
A pesar de que la iniciativa era apoyada por ocho millones de neoyorquinos y que había conseguido evitar la emisión de 42.000 toneladas de CO2 el año pasado; el departamento de saneamiento y residuos ha cortado el grifo para poder gestionar mejor la crisis del Covid-19.
Fuente: magnet.xataka.com
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