Mucho se ha hablado del compost en este y otros blogs. El archiconocido proceso para convertir materiales orgánicos en nutrientes de alto valor para el huerto y el jardín, es una alternativa real a los fertilizantes específicos, sobretodo si de un huerto o explotación a pequeña escala se trata. De entre los cientos de procesos que tienen lugar en una pila de compost hablamos hoy un poco del aireado.
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El proceso de compostaje ya sabemos más o menos cómo funciona. A grandes rasgos, podemos decir que es un proceso en el cual, una gran cantidad de materia orgánica residual de nuestra cocina, huerto, o jardín, se somete a procesos bioquímicos muy numerosos, variados y en diferentes fases. Mediante estos procesos podremos conseguir descomponer esta materia orgánica en materia humificada, lo que se conoce como humus. Esta fracción húmica es la que las plantas y cultivos van a agradecer, brindándonos después, suculentas cosechas o jardines exuberantes.
Conociendo estos procesos y sabiendo qué factores son los que limitan o aceleran las reacciones, podemos «manejar» tiempos y acelerar la producción de compost. De forma normal, una pila de compost, por ejemplo, puede tardar meses e incluso un año o más en generar material humificado aprovechable. Esto claro, sin apenas control de temperatura, pocos volteos…
En el lado contrario, tenemos los procesos de compostaje más avanzados, incluso industrializados, en los que se controlan una gran cantidad de variables como la temperatura, la humedad, la relación C/N, los cubicajes… consiguiendo tiempos de compostaje de apenas un mes o semanas.
Cuando el proceso de compostaje está en plena ebullición, las reacciones bioquímicas se suceden a ritmos frenéticos, y como en casi todas las reacciones de este tipo, se genera calor. Este calor pude aumentar como sabréis hasta los 65ºC o 70ºC en casos extremos, donde además de producirse una rápida degradación, además se consigue cierta esterilización del montón de compost.
Estas reacciones que generan calor son principalmente las aeróbicas. Esto quiere decir que necesitan oxígeno para producirse. En cambio, las anaeróbicas producen fermentaciones no deseadas que generan malos olores, pudriciones, patógenos, hongos, presencia de insectos y un sin fin de cosas desagradables que dan al traste con toda esa materia que teníamos pensada para el huerto o el jardín.
Para evitar todo esto, lo único que requiere el montón es nuestro esfuerzo físico. Necesitamos voltear, meter aireadores. Pero el caso es que necesitamos meter aire, que al fin y al cabo es el elemento que no puede faltar en reacciones aeróbicas. Por ello el volteo es uno de los procesos esenciales en la formación de este preciado nutriente para las plantas.
Sí, lo sabemos. Mover, voltear y airear una pila de compost de cientos de kilos es algo que da pereza y si encima hay que hacerlo de forma frecuente, se nos quitarán las ganas de hacer compost. Existen otras maneras de airear el compost sin tanto esfuerzo. ¿Has oído hablar de los aireadores?. Es una forma mucho menos costosa de introducir aire en el compostador o pila de compost.
Básicamente hay dos tipos. Los de «hélice» en la punta (el de la foto anterior) y los que yo llamo sacacorchos. Los dos sirven para lo mismo y son efectivos aunque el «sacacorchos te permite además de airear, sacar una muestra del compost para ver cómo evoluciona por niveles o alturas. Se pueden comprar o te lo puedes hacer tú mismo encargándoselo a un herrero. Al final no es más que un redondo de hierro con forma de hélice y un asa para agarrar.
Con estos instrumentos ya no hay excusa para airear nuestro compost una o dos veces por semana y conseguir un compost, equilibrado, con buena fracción de humus y sin fermentaciones anaerobias. Aún con los aireadores, no viene mal de vez en cuando pegarle algún que otro volteo, sobre todo si vamos añadiendo progresivamente materia orgánica fresca según la vamos generando.
Fuente: www.agromatica.es
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