Desde hace bastantes años hay una controversia entre la relación de ácidos húmicos, ácidos fúlvicos y el agricultor. Históricamente se ha apreciado más a los primeros que a los segundos, quizá por razones que técnicamente no son congruentes.
Cuando se habla de humus muchas veces se relaciona, como sinónimo, con la materia orgánica. Esto, sin embargo, no es del todo cierto, ya que todo el humus forma parte de la materia orgánica, pero no toda la materia orgánica es humus.
De hecho, el humus es la fracción más estable y, por tanto, la que más cuesta degradar, de todo el compendio que forma eso que llamamos materia orgánica.
Históricamente, siempre que se ha mencionado a las sustancias húmicas, se ha hablado de ácidos húmicos, ácidos fúlvicos y huminas. Sin embargo, desde 1.996 el Agricultural Research Service descubrió una nueva parte del suelo que era la glomalina, una materia capaz de formar agregados.
Dentro de las sustancias no húmicas habidas en el suelo encontramos lo que serían los carbohidratos, algunos aminoácidos y sustancias lípidas.
Lo que a nosotros nos interesa, los ácidos húmicos y fúlvicos, no es más que un larguísimo proceso de descomposición de la materia orgánica junto con compuestos ricos en nitrógeno, donde se forma un conjunto complejo de moléculas (compuestos fenólicos) junto con otros compuestos sintetizados por los microorganismos (aquellos a los que eternamente debemos estar agradecidos).
HUMUS DE LOMBRIZ, LA CONFUSIÓN
Constantemente vemos el término humus de lombriz. Si analizamos dicha denominación, pensaríamos que es una sustancia formada por ácidos húmicos (humus) gracias a la intervención de materia orgánica y lombrices.
No es del todo cierto, pues el humus de lombriz no deja de ser un compost estándar mejorado gracias a la participación de los excrementos de las lombrices, que obviamente mejoran el resultado final de la mezcla.
Sin embargo, vemos que el humus de lombriz genérico, tiene las siguientes riquezas:
Es posible que los ácidos húmicos estén mejor valorados que los fúlvicos por diversas formas adimensionales de ver el producto. Quizá tenga mejor reconocimiento el producto por ser más oscuro (más sustancia lleva), ser más pesado y más complejo (peso molecular mayor a 30.000 Da).
Sin embargo, la diferenciación de estas dos sustancias se debe hacer en función del objetivo que se busque. En muchos casos, se busca sustancias húmicas para favorecer la activación y el desarrollo radicular, cuando con las sustancias fúlvicas se consiguen mejores resultados.
A priori, los ácidos húmicos tienen un efecto más continuado y persistente en el suelo, se usan para mejorar las propiedades del suelo y, sobre todo, para aumentar la capacidad de intercambio catiónico (CIC) del suelo.
En cambio, los ácidos fúlvicos son utilizados para realizar una acción rápida y fugaz, como mejorar el enraizamiento de un cultivo.
No destacan por su capacidad de intercambio catiónico (frente a las sustancias húmicas) ni por su capacidad de retención de agua. Si buscamos esto último, mejor elegir productos comerciales con mayor contenido en húmicos.
Con esta gráfica que a continuación añadimos te será mucho más fácil aprender a distinguirlos.
LA MODA ACTUAL DE LA LEONARDITACada vez más están saliendo al mercado productos de naturaleza orgánica ricos en este material, la leonardita. Es una forma de declarar un extracto húmico de mayor calidad o, al menos, es lo que se busca. ¿Qué es exactamente la leonardita?
El proceso de formación de carbón transcurre por estas fases:
Turba –> Lignito –> Hulla –> Antracita
Casi todos los términos mencionados nos suenan, sobre todo la turba. Cuanto más tiempo pasa formándose, mayor contenido en carbón tendrá (como es el caso de la antracita). Ahora bien, ¿dónde situamos la leonardita?
Cuando se comprime aún más la turba, pasa a lignito. En ese proceso de formación y en condiciones especiales de oxigenación (por estar situados a una distancia exacta de la superficie y en unas condiciones idóneas de mineralización) se forma la leonardita.
Fuente: www.agromatica.es
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