Aunque vamos hablando abiertamente del potencial que tienen muchos hongos y bacterias que encontramos naturalmente en el suelo, hoy llega el turno de hablar de los actinomicetos, un término medio entre hongos y bacterias que están muy relacionados con la producción y la defensa frente a enfermedades de tus cultivos.
A día de hoy, no vamos a encontrar muchos estudios que hablen del potencial de los actinomicetos, aunque se de por hecho. Esto es porque en mayor o menor medida, es un regalo que ya nos ofrece el suelo.
Sin embargo, potenciar su crecimiento o al menos, no reducirlo, influye muchísimo en el potencial de producción y protección frente a enfermedades (hongos y bacterias) de un cultivo, y prácticamente a coste cero.
Una particularidad que tiene estos microorganismos es que la gente los clasifica como un término medio entre una bacteria y un hongo.
Esto es así porque, aunque realmente sean clasificados por la comunidad científica como bacterias, poseen cuerpos filamentosos o falsas hifas, como los hongos.
Entonces y dejando las cosas claras desde el principio, los actinomicetos o actinobacterias no tienen nada que ver con el reino fungi, aunque se parezcan mucho.
Una de las bacterias más famosas dentro de este grupo son los Streptomyces, que son capaces de producir esporas o conidios, aunque, y repitiéndolo de nuevo, son bacterias.
No queremos desvelarte mucho más del potencial de los actinomicetos pero, te dejaremos un detalle para ir abriendo el apetito:
En 1940, Selman Waksman se llevó el premio Nobel por el descubrimiento de la actinomicina, a partir del cual se han desarrollado multitud de antibióticos que han salvado miles de vidas.
La principal función que tienen los actinomicetos, aunque desarrollan muchísimas más habilidades, es la descomponer la materia orgánica del suelo.
Siempre se ha relacionado tener un buen nivel de materia orgánica en un suelo (entre el 1% y el 2%) con una buena fertilidad y una buena capacidad de intercambiar nutrientes entre suelo y planta.
Pues bien, a lo que se dedican los actinomicetos o actinobacterias es a lograr descomponer, junto con otros grupos de microorganismos, esos nutrientes que en principio están bloqueados a expensas de mineralizarse.
Para ello, nos serviremos del ciclo del nitrógeno, comprendiendo esto que explicamos de manera gráfica:
La gran importancia del nitrógeno en las plantas
Como se puede ver en la imagen y en un artículo que desarrollamos en Agromática, hay muchas formas de aportar nitrógeno, ya sea de manera orgánica (materia orgánica) o inorgánica (en forma ureica, amoniacal o nítrica).
De la que nos ocupamos en este artículo, relacionado con los actinomicetos, es del desarrollo y descomposición de la materia orgánica (restos vegetales, descomposición de animales, excreciones, compost, etc.) a partir de un grupo de microorganismos.
La materia orgánica aportada a un suelo puede aportar una buena relación de nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio, micronutrientes y mucho carbono.
Sin embargo, no todos estos elementos son inicialmente absorbibles o asimilables por las plantas, por lo que deben sufrir un proceso de descomposición.
Es el caso del nitrógeno, por ejemplo, que en estado orgánico, no es asimilable por las raíces y tiene que sufrir un proceso de descomposición (conocido como mineralización) para pasar a forma amoniacal (NH4+), ya absorbible por las raíces, y después a otras formas de nitrógeno más sencillas.
Aquí es donde entran en juego los actinomicetos, pues son los principales interventores en el proceso de transformación de la materia orgánica y son los que ponen en formas altamente disponibles para las plantas los nutrientes que aportamos con el estiércol, compost u otras formas orgánicas.
De otra forma, el proceso de transformación se hace más lento, es incontrolado, y podemos tener nitrógeno altamente disponible cuando la planta entre en un proceso de maduración o realmente no necesitamos aportar tanto de este elemento
Actividad antibacteriana de actinomicetos aislados en laboratorio
No sólo se encarga de acelerar el proceso de nutrición de una planta, como hemos visto antes, también es capaz de hacer otras cosas:
Degradación de otros compuestos, como celulosa, hemicelulosa y quitina.
Formación de complejos órgano-metálicos para reducir las pérdidas de los nutrientes.
Equilibrio microbiológico a partir de la generación de antibióticos que estabilizan el medio y reducen la proliferación de microorganismos patógenos para las plantas.
Este último punto es lo que se conoce como suelo supresivo. El hecho de que en un suelo vivo haya una gran cantidad de microorganismos heterogéneos, genera un equilibrio donde todo está conectado.
Con ello, evitamos que aparezcan velozmente enfermedades que atacan a las plantas. Simplemente porque su colonización es mucho más reducida y la competencia por espacio y alimento es alta.
El denominado suelo supresivo, está muy relacionado con el contenido en materia orgánica de un suelo; los atinomicetos y las desinfecciones o solarizaciones que se hacen para reducir la población patógena.
+ La solarización como desinfección de suelos
Cuando utilizamos agentes desinfectantes en un suelo, como metam-sodio, dicloropropeno u otros agentes, se reduce la población microbiológica a mínimos.
Ojo, siempre decimos mínimos, ya que es imposible reducirla a 0, por muchas cantidades que se utilicen y muchas repeticiones.
A partir de aquí, se inicia una lucha por destacar dentro de un medio sin competencia y con abundancia de nutrientes para desarrollarse.
Este es el turno de los actinomicetos y otros organismos que ayudan a las plantas, como las micorrizas o las trichodermas.
Propiamente como tal no, pero sí existen productos que albergan un número indefinido e inclasificable de este tipo de bacterias degradadoras.
En general, todos los compuestos ricos en materia orgánica y carbono son susceptibles de albergar pequeñas colonias deseosas de expandirse de actinomicetos.
Como siempre defendemos en Agromática, es injustificable no aportar periódicamente materia orgánica a un suelo; o producir la nuestra propia a través de compost o vermicompost. Es impresionante el potencial y no sólo nutricional que conlleva tener un suelo rico en estos elementos.
Fuente: www.agromatica.es
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