El agua de lluvia, en principio cae pura y cristalina y va reaccionando con diversos compuestos de la atmósfera. De ahí por ejemplo que se forme la lluvia ácida con los diversos contaminantes (azufrados entre otros) de la actividad humana y no humana. Y también lleva cloro. De hecho, una de las fuentes de cloro de los suelos es el agua de lluvia (pero otra cosa es el agua con cloro para uso humano) en las zonas costeras del agua de mar, el polvo y la actividad humana principalmente.
Toda planta, ya sea de interior, jardín, maceta o del tipo que sea, ha tenido un hábitat natural en el que se desarrolla de forma más o óptima en función de sus características agronómicas.
Cuidado. No es lo mismo el cloro de potabilizar el agua que el cloro como nutriente en forma de cloruros. No tienen nada que ver. El cloro como átomo de la tabla periódica no se encuentra de forma pura (dicloro) porque reacciona con rapidez con casi cualquier cosa. Se encuentra en forma de cloruros, cloritos, cloratos, disuelto…
El nombre cloro viene del griego khloros que significa verdoso, amarillento porque el cloro en forma pura (gaseoso) es de color amarillento verdoso. Hilando un poco más la hebra podemos dilucidar entonces por qué a la clorofila (ese pigmento que da color verde a las plantas) se llama así. Tampoco debemos confundir clorosis en agricultura con falta de cloro. Se refiere al color amarillento que adquieren las hojas por falta de otros minerales como el hierro (clorosis férrica).
El cloro está considerado como micronutriente en la fertilización de las plantas. En las plantas está en forma de Cl- o cloruro. Es un soluto osmótico de gran importancia en las vacuolas de la célula vegetal que ayuda a mantener la turgencia de los tejidos vegetales y la regulación osmótica. Influye también en algunas reacciones enzimáticas. Regula el potencial de membrana celular, actúa también como regulador de pH dentro de la célula.
El cloro entra al a planta por la raíz, que principalmente vendrá del suelo y movido por el agua. Es decir, la entrada de cloro a la planta debe darse normalmente en condiciones húmedas. El agua moviliza los cloruros y estos pasan a la planta desde la raíz.
En los planes de fertilización no se suele tener en cuenta porque la gran mayoría de aguas de riego tienen suficientes concentraciones de cloruros como para aportar la cantidad suficiente de este micronutriente a la planta. También está presente en el suelo y no suele haber déficit de él.
Sí, todo elemento químico en exceso, puede llegar a ser perjudicial en mayor o menor medida en cualquier organismo. De hecho, en los planes de fertilización de hace años, ni se consideraba porque se consideraba tóxico para muchos cultivos. Y hoy en día es un parámetro que se mide en cualquier suelo o agua.
Crecimiento relativo de 4 grupos de plantas en función de la concentración de cloruros.
Y ahora entramos en el vasto mundo de la biodiversidad vegetal. Hay especies más y menos tolerantes a “altos” niveles de cloruros en el suelo o el agua de riego. Hay plantas más tolerantes y plantas más sensibles. Normalmente, aquellas plantas que soportan mejor la salinidad (costeras por ejemplo) suelen tener mayor tolerancia a los cloruros. De hecho, existen clasificaciones concretas en función de lo tolerante que es una planta a la presencia de cloruros en el suelo:
En el grupo 1 podemos situar a las plantas costeras que soportan bien el salitre, y por tanto la presencia de cloruros en altas concentraciones. En el grupo 2 tendríamos plantas como la remolacha azucarera. Es bastante tolerante a la salinidad. En el grupo 3 podemos incluir algunas especies de césped del género Festuca, el algodón, el tomate como ligeramente tolerantes y la soja o las alubias como poco sensibles. En el grupo 4 tenemos a los cítricos, otros frutales, el tabaco o el lúpulo.
Para que nos hagamos un idea. 1 miliequivalente/L de cloruro equivale a un mM/L lo que supone una cantidad de aproximadamente 3,55mg/L. Es decir Las plantas ligeramente tolerante pueden soportar hasta 177mg/L de cloruros en el medio. Y las muy sensibles podrían incluso soportar algunas decenas de mg/L.
Los tratamientos de potabilización de agua de red en cualquier ciudad del mundo moderno están pensados para llevar agua totalmente salubre y libre de contaminantes y microorganismos. Esto se consigue con varios métodos, que, dependiendo de la administración, del país etc. serán unos otros. Se utilizan radiaciones UV como desinfectante, ozono y cloro principalmente, siendo este último el más común, por precio y eficiencia principalmente. Hay muchos compuestos clorados pero el más habitual es en forma de hipoclorito sódico (NaClO). Es también el cloro que se utiliza en piscinas para evitar la formación de algas y proliferación de microorganismos ya que el agua de piscina es un agua estancada.
Esto está ya muy estudiado y regulado. La cantidad de cloro libre residual de cualquier agua potabilizada debe estar por debajo de 1 ppm, menos de 1mg/l de agua. Hay que dejar clara una cosa. Estos valores son los que se suponen que deben quedar como cloro residual después de reaccionar. El cloro reacciona con microorganismos (germicida) con la materia orgánica, con otros compuestos inorgánicos (formando sales) o hidrolizándose con el propio agua.
Las cantidades de cloro por tanto que se vierten aguas arriba (en la potabilizadora) son mayores. Siempre hablamos del cloro residual, el que queda después de todas estas reacciones en todo el recorrido de la red hasta nuestros grifos, que al fin y al cabo es que nos vamos a beber nosotros o nuestras plantas de casa, a fin de cuentas. ¿Y cómo se calcula?
Es bastante complejo porque la concentración de este cloro varía en función del pH del agua, la temperatura, la cantidad de cal, de materia orgánica, sales… no es algo estático, aunque las potabilizadoras por lo general lo tienen bastante controlado de forma informatizada. Las redes de abastecimiento tienen puntos de medición y recloración en caso de que los límites estén por debajo de lo que se considera salubre.
Y digo por lo general porque en los núcleos rurales pequeños con un depósito de agua de manantial (el depósito del pueblo) al que tratan con cloro, hay veces que, por la razón que sea el agua viene enturbiada de cloro, blanquecina. Y lo digo con conocimiento de causa. He visto pilones de los pueblos con toda la vida vegetal (algas) totalmente quemada por un exceso de cloro aguas arriba en el depósito pertinente.
Evidentemente, las concentraciones son bastante bajas si se dosifica con controladores totalmente informatizadnos y no suponen ningún riesgo para la salud. Sí es cierto, que en algún momento puede emanar cierto olor a cloro del agua recién sacada del grifo, pero no suele suponer un problema.
Lo normal es que no. Esta cantidad es tan ínfima que no suele suponer un problema en el crecimiento de nuestras plantas de interior o del jardín. Puede haber plantas sensibles a esto como algunas tropicales como la calateao o la drácena.
Sólo hemos encontrado un artículo que especifica una cierta fitotoxicidad a nivel celular en la raíz causada por hipoclorito sódico en el cultivo de cebolla en el que concluyen que con cantidades de 1ppm (1mg/l) no resulta nada perjudicial. Con concentraciones superiores sí parece haber efectos. Te dejamos la referencia al final del post en la bibliografía.
De todas formas si ves que una planta de interior de tu casa enferma o le pasa alga, piensa en el agua clorada como el último de tus problemas. Puede haber otros mil motivos más comunes antes que una posible fitotoxicidad por cloro residual del agua potable. Motivos como exceso de riego, falta o exceso de luz directa, cambio de sustrato, pudrición radicular por encharcamiento del sustrato, falta de abono…
De todas formas, siempre podemos eliminar el cloro dejando reposar el agua durante unas horas en un recipiente abierto. El cloro se acabará yendo y esa pequeñísima parte de cloro residual acabará despareciendo.
Se denominan sistemas de riegos al conjunto de estructuras y procesos que permiten aplicar agua al suelo, generalmente para proporcionar suficiente hidratación a un cultivo.
La flor de Nochebuena (Euphorbia pulcherrima), también conocida como poinsettia, es una de las plantas más icónicas de la temporada navideña. Sin embargo, mantener su belleza y garantizar su crecimiento saludable requiere atención y cuidado específico.