Antes, los agricultores no tenían otra opción que fumigar todo, tanto los cultivos saludables como las malezas en lo que era un proceso increíblemente derrochador.
“Los agricultores van a sus campos con sus máquinas y rocían todo el área de manera uniforme todo el tiempo, temporada tras temporada, campo tras campo, aunque la presencia de malezas sea solo del 10 por ciento”, explicó Nadav Bocher, director ejecutivo de Greeneye Technologies.
La startup israelí de tecnología agrícola ideó un nuevo enfoque para el control de malezas. “Queremos cambiar la práctica derrochadora a una de rociado de precisión, donde se fumiga solo donde se necesita”, dijo Bocher.
¿Cómo se diferencia entre las malezas a erradicar y los cultivos que no hay que rociar con productos químicos innecesarios? ¿Y cómo se haces en tiempo real?
La respuesta es la inteligencia artificial: el software de Greeneye convierte las máquinas comunes en “pulverizadores inteligentes”.
Las cámaras instaladas en la “pluma”, que es el brazo de 36 metros de largo colocado en el rociador que disemina el herbicida, capturan datos de todo el campo.
Los algoritmos de Greeneye identifican dónde están las malezas, detectan si los cultivos están sanos o no, si hay alguna enfermedad en el campo, si los plantíos reciben los micronutrientes que necesitan o si se usan los fertilizantes correctos
Las cámaras de la empresa disparan a 40 fotogramas por segundo, lo que permite que el rociador viaje a su velocidad máxima normal (unos 20 kilómetros por hora).
Bocher explicó que el sistema de pulverización de precisión habilitado por inteligencia artificial puede detectar malezas con una precisión del 95,7 por ciento.
“Los agricultores necesitan la seguridad de que el 95 por ciento de las malezas serán capturadas y rociadas. Si la cámara no las detectó o la boquilla no las roció, el precio que los agricultores deberán pagar será demasiado alto”, expresó.
Mapas de malezas
Greeneye tiene una base de datos de millones de imágenes de muchos campos, cultivos y regiones de cultivo diferentes. La inteligencia artificial compara lo que ve con lo que ya aprendió sobre cultivos específicos.
En ese sentido, Greeneye espera producir precisos “mapas de malezas” para ayudar a los agricultores a elegir los productos de protección de cultivos correctos y usar menos de ellos.
Los rociadores inteligentes se aseguran de que solo las malezas reciban una dosis de herbicida.
Esto es bueno para la salud de las plantas (y de los humanos que las consumen) además de reducir la contaminación del agua y del suelo por la escorrentía de pesticidas.
Además, es una solución para prevenir la evolución de cultivos resistentes a los herbicidas y, sobre todo, para los fondos del agricultor, que si logra rociar hasta un 90 por ciento menos de herbicida puede ahorrar mucho tiempo, especialmente en soja y maíz, donde los márgenes de ganancia son extremadamente bajos.
Bocher estimó que los agricultores pueden reducir sus costos en más del 50 por ciento.
Para los agricultores, esto representa un cambio de reglas. En todo el mundo, la industria gasta unos 30 mil millones de dólares al año en herbicidas y sin embargo las malezas siguen siendo un problema perenne.
Solo en EEUU se estima las “hierbas malas” les cuestan a los agricultores unos 33 mil millones de dólares al año en producción de cultivos perdidos.
Debido a la pandemia de COVID-19 y los desafíos a la cadena de suministro, el precio de los herbicidas se disparó.
El glifosato, herbicida de uso común, subió un 300 por ciento, si es que se puede encontrar.
Distinguir las malezas de los cultivos es un proceso de fumigación conocido como “verde sobre verde”. Los equipos actuales no pueden hacer eso y los agricultores tienden a rociar antes de que se haya sembrado cualquier cultivo para atrapar las malezas desde el principio.
La meta de Greeneye es cambiar la ecuación y permitir la fumigación varias veces en una temporada.
La función de “pulverización dual” de la empresa les permite a los agricultores dispensar herbicidas junto con otros productos químicos, como fertilizantes, fungicidas y micronutrientes.
La tecnología funciona con cualquier marca de vehículo de fumigación.
¿Por qué un fabricante de herbicidas como Syngenta elegiría respaldar a una empresa que significaría que vendería menos de su producto principal?
Es que los agricultores se enfrentan a un panorama regulatorio cada vez más estricto, según dijo señala Bocher.
Un ejemplo: para 2030 la Unión Europea, tiene el objetivo de reducir el uso de pesticidas a la mitad para 2030.
“La industria de fabricación de productos químicos está pasando por una gran disrupción. Hoy se comprende que no hay otra opción que reinventarse”, señaló Bocher.
Bocher se mudará pronto al Medio Oeste de EEUU, donde Greeneye lanzó un programa de “adopción temprana” con decenas de clientes en Nebraska, Iowa e Illinois que comenzarán a usar el sistema Greeneye en los próximos meses.
“Nuestra iniciativa de primeros usuarios se suscribió en exceso en menos de una semana”, dice Bocher. Greeneye planea expandirse por América del Norte en 2023.
En la actualidad, la compañía se enfoca en dos de los cultivos más grandes del mundo, soja y maíz (con 70 millones de hectáreas plantadas en EEUU), aunque Bocher afirmó que la compañía se expandirá en el futuro a otras plantas, como el algodón y trigo.
El paquete de software y hardware de Greeneye es principalmente apropiado para granjas occidentales más grandes. En huertos más pequeños o especializados, el herbicida se dispensa de forma manual en lugar de un vehículo.
Algunas de estas granjas pueden usar enfoques como el deshierbe mecánico, láser o electricidad.
“Pasarán algunos años antes de que podamos presentar nuestra tecnología en la India y países similares”, contó Bocher.
Los precios aún no están disponibles, pero Bocher indicó que espera que Greeneye sea más económico que los sistemas de la competencia de compañías como Weed-it, Ecrobotix y Bilberry.
Además, los clientes tendrán la posibilidad de comprar el sistema de manera directa o suscribirse y pagar una tarifa fija por hectárea.
Para Bocher, los huertos pueden ver un retorno de su inversión (ROI) en entre seis y 18 meses. “Cuanto más grande sea la granja, más rápido será el ROI porque el impacto es mayor”, afirmó.
Esa es una gran mejora con respecto a la maquinaria agrícola estándar, donde el punto de referencia del ROI está más cerca de los cinco años.
Greeneye cuenta con 25 empleados en tres oficinas en Tel Aviv y Belén HaGlilit, donde se prueba la maquinaria.
¿Puede Greeneye ayudar con el cambio climático? Bocher dice que sí.
“Cuando un agricultor labra la tierra para controlar las malezas y ofrecer mejores condiciones para los cultivos se escapa una gran cantidad de carbono. Es un camino masivo de emisión de ese gas. Así, ayudamos a los agricultores a reducir su dependencia de la labranza”, manifestó.
Y añadió: “Los herbicidas no son nuestro enemigo. Nos han permitido alimentar al planeta pero necesitamos ser más eficientes en la forma en que lo hacemos para no rociar donde no es necesario”, concluyó. ISRAEL21c
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