La fertilización del olivar es esencial para conseguir aceituna de altísima calidad con la que hacer el tan afamado aceite de oliva. Como se suele decir, con una aceituna buena, se puede conseguir un aceite bueno o malo, pero con una aceituna mala.
El olivo es un árbol mediano. No suele medir más de 6-8 metros y en las producciones no se suelen hacer podas de formación de más 4-6 metros para facilitar la recolección de la aceituna, ya sea por vareado o mecánicamente por vibración. Es un arbol rústico y muy longevo. Recuerda un poco a la vid. Los dos son cultivos típicamente mediterráneos cuyas cepas pueden durar más de 100 años sin despeinarse y dando fruto (menos en sus últimas fases de vida pero siguen dando).
Muy resistente a podas de formación que han hecho que el cultivo del olivar tenga ya una poda muy tecnificada en este sentido. Es un cultivo vecero, y por ello, una buena fertilización y un regadío (si no se cultiva en secano) adecuados son los que palían en gran medida este carácter.
No es que exista un mejor abono. No hay una fórmula mágica, ni un elixir perfecto. Tendremos que atender, como en todo cultivo a los elementos principales. Los macronutrientes y los micronutrientes.
El archiconocido trío de nutrientes esenciales que las plantas requieren en gran cantidad para sus estructuras vegetales y metabolismo. Nitrógeno, Fósforo y Potasio.
Nitrógeno: Es el elemento principal en casi todos los cultivos. En el olivar no iba a ser menos. Es el responsable principal del crecimiento vegetativo y desarrollo general de la planta. En el suelo se encuentra en muchas formas químicas, no todas asimilables y de ahí la importancia de una buena fertilización nitrogenada.
Fósforo: Responsable de los procesos de maduración, floración y cuajado de frutos. Este nutriente es esencial y lo curioso es que los resultados de la fertilización de fósforo es que no es inmediato. Tarda uno o dos años en dar visos de mejora cuando se aplica.
Potasio: Este elemento junto con el fósforo son los responsables inmediatos de la buena fructificación. Una buena fertilización potásica consigue por lo general frutos más grandes y de mejor aspecto y calidad. Es esencial en la formación y endurecimiento del hueso de la aceituna. Además aumenta la resistencia del árbol a enfermedades fúngicas y a heladas.
Hierro: Cada vez se le da más importancia a este micronutriente en muchos cultivos. En cítricos es crucial y la clorosis férrica (afección por deficiencia de este micronutriente) arrasa con los rendimientos de muchos frutales.
En el caso de las plantaciones del olivar, al estar muchas veces en suelos calizos de pH algo básicos y con carbonato cálcico, hacen que este nutriente aunque presente, se encuentra inmóvil metabólicamente hablando y la planta no es capaz de absorberlo. De ahí que se utilicen los quelatos de hierro. La deficiencia de hierro por clorosis férrica es muy fácilmente identificable en casi todos los cultivos. La zona intervenal de las hojas se vuelve amarillenta.
Boro: Otro de los micronutrientes importantes cuya deficiencia provoca serios perjuicios en el cultivo del olivar. Es otro de esos nutrientes que en presencia de suelos calizos acentúa su falta de asimilabilidad por parte del olivo. Las consecuencias son frutos con cuajado insuficiente y deformaciones. Puede confundirse con deficiencia de K.
Calcio: Después de todo lo expuesto sobre suelos calizos sorprende que el calcio sea el siguiente en importancia dado que los suelos calizos están repletos de este mineral. Cierto, pero desgraciadamente en forma insoluble. El carbonato cálcico (CaCO3) afecta a la asimilación de muchos nutrientes y encima no aporta calcio o muy poco. La vida del olivo no es fácil.
Deficiencias de este elemento provocan clorosis en las punta de las hojas (zona apical). Deficiencias severas provocan necrosis y caída de hojas. El calcio se puede añadir como elemento adicional en las formulaciones NPK de macronutrientes en forma de nitrato cálcico.
Estos son los más reseñables y alos que habrá que prestar más atención.
La aplicación de fertilizantes en plantaciones de olivar dependerá del tipo de cultivo principalmente, diferenciando cultivo de secano y cultivo en regadío (fertirrigación).
Además, debemos tener en cuenta clima, características de suelo (análisis de suelo) necesidades nutricionales por hectárea, análisis foliares… si hablamos de producciones comerciales.
Un plan de abonado tiene una cantidad de variables que resulta imposible generalizar en un solo artículo, pero como pinceladas generales podemos decir que en:
Como recomendaciones muy muy generales se puede considerar el otoño para aplicaciones de fósforo y potasio, cerca de la cosecha. Recordemos que estos dos macronutrientes son agentes imprescindibles en la formación, engorde y cuajado de frutos. La aceituna se recoge entre octubre y enero-febrero. Siempre hablamos de hemisferio norte.
El nitrógeno sin embargo convendría añadirlo después de la cosecha, a finales de invierno aprovechando la lluvia primaveral. De hecho, si se utilizan abonos complejos con los tres macronutrientes (NPK) esta es la mejor época, dado que además, la fertilización fosfatada requiere tiempo para que el árbol responda a ella como hemos dicho antes.
La diferencia con el cultivo de secano es que aquí como aportamos los nutrientes mediante fertirrigación, el plan de abonado es mucho más preciso y complejo de elaborar ya que la demanda de nutrientes varía según los meses del año.
Esto implica que debemos variar las cantidades de cada nutriente en el riego en distintos momentos según el estado fenológico. Lo más habitual es aportar la parte nitrogenada durante la primavera y el verano en mayor proporción.
Cultivar espárragos en el huerto puede ser una tarea gratificante. Los espárragos (Asparagus officinalis) son una hortaliza perenne que puede producir durante más de 15 años si se cuida correctamente.
Se denominan sistemas de riegos al conjunto de estructuras y procesos que permiten aplicar agua al suelo, generalmente para proporcionar suficiente hidratación a un cultivo.