Entrevista Visión Frutícola: Carlos Gereda,“El mercado está pidiendo mejores productos”
Con 42 años recién cumplidos, Carlos Gereda lleva dos décadas ligado a la agroindustria peruana de los arándanos. Ingeniero en gestión empresarial de la Universidad Nacional Agraria de Perú y proveniente de una familia vinculada desde su bisabuelo al mundo agrícola, con cultivos de algodón, comenzó su primer acercamiento a este frutal en 2002, cuando comenzaba el boom en Chile.
Recuerda que “mi padre, conversando con unos amigos de la industria frutícola chinchana que habían hecho una gira tecnológica a Chile, se enteró de este nuevo cultivo y me dijo que viera de qué se trataba porque parecía ser un buen producto. Empecé a investigar y al principio en Perú nadie sabía nada, incluso los profesores de la universidad –en la que estaba terminando su carrera- no tenían idea de cómo se podía producir. Traje las primeras plantas en 2006, para hacer una investigación, y de lo primero que nos dimos cuenta fue de que no podíamos acceder a éstas de manera rápida”.
Agrega que entonces “se demoraban unos dos años en entregarte una planta y el costo aproximado era de unos US$ 5 puesta en el Perú. Bajo esa premisa, nos dimos cuenta de que la clave era generarlas acá. Entre 2006 y 2008 investigamos la manera de propagarlas in vitro para poder tenerlas en 6 meses, que era nuestra meta, y que su valor estuviera en torno a US$ 2”. En diciembre de 2008 se logró el protocolo de propagación in vitro y fundó Inka´s Berries en enero de 2009, con la intención de empezar a validar el arándano. De las 14 variedades que llevaron a Perú en esa etapa inicial, solo cuatro dieron resultados: Biloxi, Sharp Blue, Duke y Legacy. De esas, Biloxi fue la única que cumplió con los criterios de producción (en cantidad y estacionalidad) en las ventanas específicas que Perú buscaba -septiembre, octubre y noviembre porque ahí los precios eran muy altos.
Aunque su idea siempre fue ser productores, Gereda confiesa que comenzaron como viveristas por un tema económico, “ya que no teníamos las espaldas para comprar tierra. Entonces tuvimos que salir a ofertar plantas, tocando las puertas de varias compañías, de las que tres se animaron en hacer los testings, una de ellas fue Camposol. Del 100% de los exportadores que hay hoy en Perú, el 80% siguen siendo clientes nuestros”. Tras consolidarse como viverista, en 2014 comenzó a comprar tierras y nombró su fundo como Don Pepe en honor a su padre, quien murió en 2008 sin ver la idea de su negocio hecha realidad. Hoy la compañía tiene un banco de tierras de 2 mil hectáreas, de las que tienen ya plantadas 450, y sus operaciones se estructuran en torno a dos grandes áreas: Genetics y Growers.
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