El cambio climático es algo que ronda nuestras cabezas, los medios lo repiten hasta la saciedad y por una cosa o por otra, está claro que lo vamos viviendo en nuestros ecosistemas poco a poco. Ya en los años 70 del siglo pasado se venía advirtiendo, pero el ser humano es terco y las dinámicas socioeconómicas de una población de casi 8000 millones de personas son muy difíciles de cambiar y ajustar. Hagamos una pequeña reflexión sobre el cambio climático, nuestra demanda energética y las energías renovables.
Desde nuestro punto de vista, ochomil millones de sere humanos no pueden no generar impacto, ergo acelerar el cambio climático. Es que es imposible. El impacto está ahí, sea más o menos severo, pero no podemos no impactar en el medio. Todo ser vivo que interacciona con el medio genera un impacto.
Las nutrias desvían cauces enteros de ríos con sus presas de empalizadas. Muchas especies invaden y desplazan a otras, cambiando el ecosistema por completo. En nuestro caso, estos impactos son incluso mayores. No es solo que generemos un impacto en el medio.
Es que nuestra forma de vida requiere de unas necesidades energéticas absurdamente elevadas en comparación con cualquier otro ser vivo del planeta. Hay algo que nos diferencia de otros seres vivos:
Los seres vivos se adaptan al medio. El ser humano adapta el medio.
Esta adaptación del medio y no al medio, es la que nos ha hecho conquistar todos los confines de esta burbuja azul en la que vivimos, consiguiendo un crecimiento como especie fuera de órbita. ¿Y cómo hemos conseguido adaptar el medio para cubrir nuestras necesidades? Transformando y consumiendo energía. Y esto tiene un coste.
Esa frase tan sencilla engloba unas consecuencias energéticas estratosféricas. Podemos vivir en regiones climáticas de toda índole, porque podemos cazar, recolectar, criar, cultivar (en este blog sabemos algo de esto último…) calentarnos y enfriarnos según necesitemos.
Todas estas actividades sin excepción consumen energía, mucha energía. Es pura termodinámica y entropía del universo. Si queremos movernos, comer, calentarnos, cocinar necesitamos energía y lo más importante: sabemos cómo.
Puede parecer algo burda la expresión, pero el descubrimiento y manejo del fuego y sus consecuencias bien aplicadas desde el punto de vista de la ciencia y la ingeniería, es la base de nuestra fuente de energía. Desde los Neandertales hasta hoy.
Quemamos leña, gas, carbón, petróleo principalmente para obtener la gran mayoría de nuestra demanda energética como sociedad. Hemos conseguido crear máquinas que aprovechan esa energía calorífica para generar movimiento directo y electricidad principalmente.
Las nucleares son un paso más allá al de «quemar cosas» y por ahora se postulan como una solución de transición hasta que las renovables puedan suplir la mayoría de nuestra demanda.
Y por qué no soñar. Siempre tendremos la esperanza de que ITER y toda la comunidad científica del mundo entero, colabore para conseguir el siguiente «descubrimiento del fuego». La fusión nuclear. Energía prácticamente ilimitada y sin residuos que generen efecto invernadero y contaminación.
Pero seamos conscientes de que todavía queda tiempo para eso y tenemos que suplirlo con algo. El cambio climático está aquí. Siempre lo ha estado. Lo sabemos y necesitamos desacelerarlo.
Mientras esto no llegue, las alternativas renovables van cogiendo fuerza en el mundo de la generación de energía.
Además de las ventajas de que sean renovables en cuanto al medio ambiente y el famoso cambio climático, su uso genera menor dependencia energética de países que han tenido la «suerte» de tener bajo sus pies el ansiado zumo de dinosaurio y sus bolsas de gas asociadas.
Aquí es cuando entran en el tablero estas dos formas de producir energía que no consisten en quemar nada. Consisten principalmente en aprovechar dos fuentes casi inagotables de energía: el sol y el viento; dos dioses griegos: Helios y Eolo. Fonéticamente muy parecidos y estrechamente relacionados.
Según el último informe de Red eléctrica de España, en el año 2021 el 47% de la cuota energética producida ha sido renovable, liderada por el viento y el sol principalmente, habiendo además un aumento del 10% respecto al año anterior. Actualmente hay una potencia solar instalada de 17000 Mw. Y esto va «in crescendo».
Es difícil que las energías renovables vayan a suplir por completo a las no renovables pero poco a poco se va consiguiendo.
¿Va esto a evitar el cambio climático? No. Los cambios de clima son inherentes a la historia del planeta. La cuestión es si seremos capaces de retener un poco el avance o al menos retrasar ese cambio. Nosotros no producimos cambio climático como tal. Lo aceleramos a marchas forzadas. Y en nuestras manos está mitigar esta aceleración.
Cada vez son más las viviendas que optan por desengancharse de la red, o al menos suplir parte de su consumo con placas solares instaladas en el tejado de la vivienda.
Estamos en Agromática y como no, tenemos que llevarnos esto de las renovables a nuestro terreno. Un huerto también consume energía, por pequeño que sea. Si tenemos un riego programado por goteo, tenemos electroválvulas y un programador que se tienen que alimentar de electricidad.
Y si no tenemos conexión a la red cerca… la solución es una pequeña placa solar que alimente eso. Si además tenemos que bombear el agua, el consumo entonces se nos dispara un poco y tendremos que dimensionar algo más grande.
Aquí entramos en lo que nosotros mismo denominamos un huerto agrovoltaico. Quizá te parezca una bobada pero a nosotros nos encanta la idea.
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