Las turberas de musgo Sphagnum son ecosistemas presentes en la región de Aysén, constituyendo humedales de características complejas, que tienen importancia tanto del punto de vista económico, al constituir un recurso que puede ser aprovechado con fines productivos, como es la cosecha de musgo Sphagnum, o el turismo.
Pero también por las funciones ecosistémicas que entrega a su entorno, como son la regulación del ciclo del agua; regulación del clima a través de la fijación de CO2 y soporte para una biodiversidad única. Estas funciones ecosistémicas las hacen, en cierta medida, vulnerables.
Si bien, las turberas constituyen un recurso con un interesante potencial económico y productivo; no se debe perder de vista que forman un componente dentro de un ecosistema frágil; que si se explota en forma descuidada puede tener severos impactos negativos en términos medioambientales, por lo que es necesario conocer y difundir su importancia.
Las turberas son hábitats únicos que cubren alrededor del 3% de la superficie terrestre y se caracterizan por una alta sensibilidad al clima. Estos ecosistemas son complejos y tienen un impacto tanto en el ciclo del agua como en el del carbono a escala local y global.
Las turberas son una parte clave del paisaje, así como de nuestro patrimonio cultural y natural. Son un hábitat de importancia nacional debido a que ellas son un almacén de carbono.
Los suelos de turba cubren más del 39.000 km2 del país y almacenan entre 3,6 y 4,8 Gt Carbono*. * Gt Carbono quiere decir gigatoneladas de dióxido de carbono; una gigatonelada equivale a 1.000 millones de toneladas métricas.
Las turberas son importantes para combatir la crisis climática. Son una de las reservas de carbono orgánico terrestre más grandes a nivel global, almacenando el doble de carbono respecto a los bosques del mundo. Si no se las altera, el manto de turba es un almacén permanente y efectivo de carbono.
Las turberas pueden ser parte de una estrategia efectiva de mitigación del cambio climático.
Figura 1. Perfil de una turbera de Sphagnum, donde se muestra los distintos tipos de turba según su grado de descomposición y la relación del nivel freático. A) Cubierta vegetal formado principalmente por musgo Sphagnum, el cual está en la zona de fluctuación del nivel freático llamado acrotelmo, B) Turba rubia, materia orgánica en estado de descomposición leve, se aprecia a ojo desnudo restos de tejido vegetal en su estado original y C) Turba negra, materia orgánica en estado superior de descomposición, no se aprecia a ojo desnudo restos de tejido vegetal, es una especie de barro o pasta negra, la cual se encuentra en una zona de saturación de agua, llamada catotelmo y D) Arcilla, es una especie de sello que mantiene el nivel fréatico.
Las turberas y especialmente, las de Sphagnum juegan un papel fundamental en el ciclo global del carbono y en la regulación del clima. También estos humedales, ofrecen una serie de otros beneficios, como la regulación del ciclo del agua, el control de inundaciones y almacenamiento de agua dulce.
Además, su cubierta vegetal genera un hábitat para una diversidad de especies vegetales y animales, un ejemplo de lo anterior es un pequeño anfibio el que utiliza los cuerpos de agua de las turberas, para reproducirse se trata de la especie Nannophryne variegata o "sapito de tres rayas".
A esto se suma, que las turberas son un archivo de información sobre los cambios en el clima, la vegetación y la actividad humana desde la última Edad de Hielo, la razón de esto es que ellas pueden almacenar y mantener por mucho tiempo sin descomponer la materia orgánica, debido a la ausencia de oxígeno, la presencia de agua con un pH muy bajo y a las bajas temperaturas.
Lamentablemente, hoy las turberas son vulnerables a dos factores de perturbación, el primero relacionado al drenaje y el segundo cuando son despojadas de su cubierta vegetal, por la cosecha de musgo Sphagnum.
Una turbera no perturbada, se caracteriza por presentar un nivel freático cercano a la superficie durante casi todo el año, pudiendo presentar fluctuaciones menores entre 0 a 30 cm desde la superficie.
Pero el anegamiento en turberas, es casi constante y con ello, la falta de oxígeno, principalmente debajo de los 30 cm de profundidad, esto hace más lenta la descomposición por microorganismos y como resultado, la materia orgánica muerta (turba) se acumula lentamente con el tiempo (Figura 1 y 2).
Figura 2. Muestra el agua superficial presente en una turbera de Sphagnum, en la región deAysén. La presencia de agu a permite el crecimiento de una cubierta vegetal, principalmente dominada por briófitas del género Sphagnum, la cual se transforma en una especie de sustrato vivo que facilita el crecimiento de otras plantas.
Por ejemplo, en las turberas del hemisferio norte, la acumulación de 1 m de turba puede llevar más de mil años, pero como algunas turberas se han ido acumulando durante varios milenios, han alcanzado profundidades de 5 m o más.
En un reciente estudio realizado en la región de Aysén se estimó que un núcleo de turba tenía aproximadamente 10.000 años de acumulación.
Por otra parte, un reciente análisis de la bibliografía, propone, una tasa de acumulación de turba de 0,43 ± 0,02 mm por año (n = 96);que se traduce en una tasa aparente de acumulación de carbono en el largo plazo de un promedio de 12,25 ± 0,55 g C por metro cuadrado por año para las turberas de la Patagonia.
Desde otra perspectiva, cuando se reduce el nivel freático en una turbera, por ejemplo, por drenaje o por la cosecha de la cubierta vegetal (musgo Sphagnum); se generan consecuencias importantes por la conexión entre la hidrología, química y biodiversidad,
La disminución del nivel freático en una turbera hace que el oxígeno penetre en la columna de turba superior acrotelmo (Figura 3 y 4); lo que facilita la degradación microbiana (oxidación) de la turba; generando una rápida pérdida de carbono, el que es liberado a la atmósfera; principalmente en la forma de gases de efecto invernadero (GEI) dióxido de carbono y metano (CO2 y CH4 )
Por otro lado, las turberas no cosechadas suelen ser acumuladores de carbono, es decir sumideros. Este carbono se absorbe a través de la fotosíntesis que ocurre en los pequeños filidios del musgo Sphagnum (briófito dominante en este tipo de ambiente).
Es importante, reconocer la capacidad de la cubierta vegetal (musgo Sphagnum) en las turberas; para secuestrar carbono de la atmósfera y almacenarlo a largo plazo y de esta forma aportar a mitigar el cambio climático.
Figura 3. Esquema conceptual de zonación de una turbera y su relación con la hidrología, biogeoquímica y la biología (Fuente: Reid & Torres, 2021).
Figura 4. Una turbera drenada, se observa como el agua se pierde por el canal de drenaje.
Las turberas que son drenadas, se convierten en emisores de gases de efecto invernadero; con tasas de descomposición mucho mayores en presencia de oxígeno (nivel freático bajo).
Por lo tanto, si la alteración antropogénica continúa; las turberas pueden pasar de ser sumideros lentos de carbono a fuentes emisoras, liberando el carbono almacenado durante miles de años, en cuestión de décadas.
Comprender la ubicación y la escala de estas perturbaciones, es vital para apoyar los esfuerzos, para rehabilitar y restaurar las funciones de las turberas, reconociendo su papel en la mitigación del cambio climático (Joosten & Clarke, 2002).
Frente a la presión ambiental generada por los disturbios provocados, hoy se necesita desarrollar metodologías; que permitan restaurar la capa viva de musgo Sphagnum, la hidrología y la pérdida de carbono de estas turberas.
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