Superar el rechazo social hacia el uso de la orina es clave para su adopción. El Instituto Rich Earth de Estados Unidos trabaja para normalizar esta práctica y promover la sostenibilidad, utilizando la orina como fertilizante a gran escala.
Una organización de Vermont ha extendido sus esfuerzos a Connecticut con el fin de educar a la población sobre los beneficios de desviar la orina de los sistemas de saneamiento para conservar agua y sustituir los fertilizantes sintéticos. Esta práctica, promovida por el Instituto Rich Earth y aplicada globalmente, se conoce como “peecycling” y ha sido utilizada por agricultores y jardineros durante más de 10.000 años, según sus defensores.
Rich Earth describe esta recuperación de desechos humanos como “una práctica que cambia paradigmas” y forma parte de un movimiento global por el saneamiento circular. Sin embargo, uno de los obstáculos a superar es el rechazo cultural que provoca, similar al que enfrentó en su momento el uso del estiércol.
Rhea Drozdenko, defensora de ríos de Connecticut River Conservancy, señala que reciclar la orina es comparable al uso generalizado del estiércol en la agricultura.
Durante un reciente taller titulado "Pee the Change" en la Universidad de Wesleyan, en colaboración con Connecticut River Conservancy, Julia Cavicchi, directora de educación de Rich Earth, explicó la historia de la práctica de reciclaje de orina.
La organización cuenta con una subvención de 12.000 dólares del Long Island Sound Stewardship Fund para investigar la contaminación por nitrógeno en la cuenca del río Long Island Sound, una problemática ambiental crítica.
El nitrógeno y el fósforo son nutrientes esenciales para el crecimiento de las plantas, pero el exceso, generalmente derivado de fertilizantes sintéticos, afecta negativamente a los cuerpos de agua. Estos nutrientes en grandes cantidades provocan floraciones de algas nocivas que crean zonas muertas en cuerpos de agua como Long Island Sound, una situación cada vez más preocupante.
Estas algas disminuyen el oxígeno disponible y pueden provocar la muerte de peces y otras formas de vida acuática, un efecto que Drozdenko califica de "devastador".
El programa de reciclaje de Rich Earth se basa en más de diez años de investigación. Desde la antigüedad, las personas han utilizado sus desechos para la agricultura, y existen múltiples recursos y libros que documentan esta práctica, como el libro 'Liquid Gold: The Lore and Logic of Using Urine to Grow Plants'.
La orina se puede recolectar mediante diversos métodos accesibles: desde jarras y unidades portátiles hasta inodoros que separan la orina, los cuales se pueden adquirir online.
Rich Earth ofrece kits de recolección en su sitio web y estos sistemas informales y económicos se han vuelto sorprendentemente populares entre los usuarios.
El aumento en los precios de los fertilizantes ha hecho de la orina un recurso cada vez más valioso. Según Drozdenko, “este es un recurso que estamos literalmente tirando por el desagüe”. En un esfuerzo por maximizar este recurso, Rich Earth ha establecido estaciones de donación en Brattleboro y Bellows Falls, Vermont, donde los agricultores pueden adquirir orina procesada para fertilizar sus cultivos.
En los últimos años, el interés en la recuperación de nutrientes de la orina ha aumentado considerablemente debido a los elevados precios de los fertilizantes sintéticos, las interrupciones en la cadena de suministro global y la regulación creciente de la contaminación por nutrientes en los cuerpos de agua.
La conservación del agua es uno de los puntos más relevantes de esta práctica. La defensora de los ríos, Drozdenko, destaca la importancia de normalizar la recolección de orina como parte del proceso de ahorro de agua, especialmente en una época en la que este recurso es tan valioso. Ella comenta que se desperdicia una cantidad significativa de agua potable para desechar residuos humanos y que este cambio puede reducir considerablemente el consumo de agua.
La reutilización de la orina es una práctica que algunos ya aplican de forma individual, como un residente de East Haddam, quien afirma haberlo hecho desde siempre. “Vivimos en sociedades modernas con plantas de tratamiento avanzadas, por lo que no pensamos en cómo antes era una práctica normal”, menciona Drozdenko.
Cavicchi concluye enfatizando que, si se logra normalizar la idea de que nuestros desechos pueden ser un recurso valioso, este cambio contribuiría en gran medida a sembrar las semillas del cambio hacia un futuro más sostenible.
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