La escasez de contenedores refrigerados: Un desafío cítrico para la exportación de frutas en Sudamérica
Por Rafael Guarda Martínez, abogado-consultor, RG Consultant.
La industria frutícola de Chile y Perú enfrenta una crisis que, aunque silenciosa, tiene el potencial de impactar gravemente la exportación de productos frescos. La escasez de contenedores refrigerados (reefers) se ha convertido en una piedra en el zapato para los exportadores, limitando la capacidad de respuesta de la cadena logística. Sin embargo, este problema no es nuevo ni responde a factores coyunturales.
La falta de disponibilidad de reefers tiene raíces profundas que se extienden a lo largo de los últimos años y su origen se vincula directamente al cierre de la planta de Maersk Container Industry en San Antonio, Chile, en 2018.
Hasta ese año, esta fábrica tenía la capacidad de producir más de 25.000 contenedores refrigerados anualmente, con un alto porcentaje de unidades reefers, permitiendo que Chile fuera el primer país en utilizar estas unidades nuevas durante la temporada alta de exportación de frutas.
Esta ventaja competitiva no solo aseguraba la disponibilidad de reefers en óptimas condiciones, sino que también garantizaba que la fruta llegara a destino manteniendo su calidad y frescura.
El cierre de la planta de Maersk, que dejó a más de 1.200 trabajadores calificados en materia de construcción de contenedores, marcó un antes y un después para la industria frutícola. La región perdió una fuente vital de contenedores y quedó a merced de la producción en fábricas de Asia y Europa, generando una dependencia que hoy se traduce en demoras, sobrecostos y una creciente incertidumbre.
A esta problemática se suma un fenómeno global que ha agravado aún más la situación. La competencia por contenedores refrigerados es feroz y Asia, Europa y Norteamérica se han convertido en los principales receptores de estas unidades, impulsados por la expansión de las industrias farmacéutica y de productos perecederos.
Para Sudamérica, esto significa quedar relegada en la distribución, generando un desequilibrio estructural evidente. Chile y Perú exportan más productos refrigerados de los que importan, provocando que los contenedores no regresen vacíos con la misma rapidez que se necesitan. Como resultado, las navieras deben reubicar unidades desde puertos lejanos, lo que implica altos costos logísticos y largos tiempos de espera, afectando directamente a la frescura de los productos y poniendo en riesgo contratos comerciales de alto valor.
Frente a esta escasez, el sector ha comenzado a explorar alternativas que permitan mitigar el impacto, y el uso de naves cámara ha surgido como una opción viable. Estas embarcaciones, equipadas con cámaras de refrigeración, permiten transportar grandes volúmenes de fruta, manteniendo la cadena de frío durante todo el trayecto. Su capacidad para conservar la temperatura de manera uniforme representa una ventaja significativa frente a los reefers individuales.
Además, al no depender de la disponibilidad de contenedores vacíos, las naves cámara reducen la necesidad de coordinar importaciones de reefers desde otras regiones, ofreciendo una solución a corto plazo para exportadores que manejan altos volúmenes de carga.
Sin embargo, esta alternativa no está exenta de desafíos. Las naves cámara operan en rutas limitadas, lo que restringe la flexibilidad para distribuir la carga en distintos puertos. Además, requieren que los exportadores organicen volúmenes suficientes para llenar una embarcación completa, una tarea que no siempre es sencilla para ciertos productores.
La consolidación de cargas puede implicar retrasos adicionales, lo que complica la planificación de exportaciones en un sector donde el tiempo es un factor crítico. A esto se suma la necesidad de prever la disponibilidad de estas naves, ya que al igual que los contenedores, también operan bajo la ley de oferta y demanda.
El impacto de esta crisis se ha reflejado de manera contundente en las tarifas de flete. Según datos publicados por Portalfruticola, las tarifas para contenedores refrigerados han aumentado entre un 30 y 40%, afectando directamente los márgenes de ganancia de los exportadores. Este incremento en los costos logísticos, sumado a los retrasos en la entrega de productos, amenaza con reducir la competitividad de la fruta sudamericana en mercados internacionales, donde los compradores no solo exigen calidad, sino también puntualidad y eficiencia.
Los embotellamientos en puertos de origen y destino son cada vez más comunes, comprometiendo la frescura de la carga y exponiendo a los exportadores a penalizaciones o, en el peor de los casos, a la pérdida de contratos clave.
A pesar del complejo panorama, la industria frutícola ha comenzado a tomar medidas para enfrentar la crisis. La diversificación de puertos y rutas se perfila como una estrategia esencial para evitar la saturación en terminales específicas, mientras que los exportadores buscan asegurar disponibilidad de reefers a través de contratos de largo plazo con navieras, reduciendo así la incertidumbre que acompaña cada temporada. Asimismo, se están consolidando envíos para maximizar la capacidad de cada contenedor y disminuir el número de unidades necesarias, optimizando de esta manera los recursos disponibles.
A largo plazo, la solución a esta crisis pasa por fortalecer la infraestructura logística de la región. Incentivar la fabricación de contenedores refrigerados a nivel local podría reducir la dependencia de las fábricas asiáticas y europeas, acortando los tiempos de espera y garantizando una mayor disponibilidad de unidades en cada temporada. Utilizar a los trabajadores calificados con conocimientos en la materia es crucial para no desperdiciar talento. Las políticas públicas también deben jugar un rol clave, fomentando la importación de reefers y facilitando su rotación dentro de la región a través de acuerdos multilaterales con las principales navieras.
La industria frutícola es un pilar fundamental para las economías de Chile y Perú, y asegurar la logística de exportación es una necesidad estratégica que va más allá del ámbito comercial.
En un mercado globalizado y altamente competitivo, la prevención, planificación y colaboración entre el sector público y privado serán esenciales para construir una cadena de suministro más robusta y resiliente, capaz de enfrentar los desafíos del presente y del futuro.
La escasez de contenedores refrigerados es un llamado de atención para toda la industria. Es momento de actuar y buscar soluciones innovadoras que garanticen la continuidad y el crecimiento de uno de los sectores más importantes para la región.