Cuando el barco no llega: El riesgo oculto del blank sailing en la exportación de frutas frescas

Por Rafael Guarda Martínez. Abogado-Consultor. RG Consultant.
En el comercio internacional de fruta fresca, donde el tiempo y la temperatura son factores críticos, el término blank sailing se ha convertido en un riesgo cada vez más frecuente. Este concepto, que se refiere a la cancelación de una recalada o itinerario por parte de la naviera, puede tener efectos severos en la cadena de exportación, afectando la calidad del producto, la planificación logística y, en consecuencia, el resultado comercial.
Estas cancelaciones, muchas veces tomadas por motivos operativos, baja demanda o reorganización de flota, rara vez son informadas con claridad o anticipación. Desde la perspectiva del exportador, esto significa enfrentar un evento que no puede prever ni evitar, y que compromete la llegada oportuna de la carga a destino.
En particular, la fruta fresca es extremadamente vulnerable a estos cambios, porque cualquier alteración en los tiempos de tránsito o en la ruta puede afectar su condición, su valor de venta y su cumplimiento con los programas de comercialización.
Un caso concreto ilustra este punto. Un cliente decidió embarcar dos contenedores con fruta a Róterdam. Uno salió desde el puerto de San Vicente - Chile con transbordo en Panamá, y el otro desde Valparaíso - Chile en una ruta directa. La planificación estimaba una llegada simultánea.
Sin embargo, la nave de conexión en Panamá —la misma que venía desde Valparaíso— no recaló por decisión de la naviera. El contenedor que venía desde San Vicente quedó detenido siete días en espera de una nueva conexión. El contenedor que salió desde Valparaíso llegó sin problemas. Si ambos hubieran sido embarcados por la ruta directa, el retraso se habría evitado.
Este tipo de situaciones no solo provocan demoras. También incrementan los riesgos de pérdida de calidad de la fruta. Cuando un contenedor pasa más tiempo en tránsito o es manipulado adicionalmente por carga, descarga o espera en puerto, aumenta la probabilidad de fallos en el sistema de refrigeración y/o atmósfera. Estas fallas pueden deberse a desconexiones, errores en la reconexión eléctrica o fallas del equipo mismo.
En productos sensibles como el arándano o la cereza, este tipo de problemas pueden generar pudrición, sobremaduración o daños que afectan directamente la calidad y condición del producto.
Además, la fruta no se exporta sin planificación. Existen programas comerciales que consideran fechas específicas de embarque y arribo, capacidad de recepción del consignatario y disponibilidad de mano de obra en destino. Un blank sailing puede desordenar todo ese plan. Y ese desajuste, por su impacto directo en la rentabilidad, puede dar lugar a pérdidas reclamables si la ley, el contrato de transporte o la póliza de seguro lo permiten.
Hoy, este tipo de cancelaciones está en aumento. Según reportes recientes de medios especializados, como Sea Intelligence, el exceso de capacidad naviera y la caída en los volúmenes de carga están llevando a muchas líneas a cancelar recaladas o reagrupar servicios para reducir costos. Esto ya se observa con fuerza en rutas transatlánticas, y empieza a afectar con mayor frecuencia los servicios hacia Europa desde Sudamérica.
Por eso, quienes participan del negocio frutícola deben adaptar su estrategia. Elegir rutas directas cuando sea posible, evitar transbordos innecesarios y confirmar itinerarios reales —no solo estimados— con sus agentes de carga o proveedores de transporte, son medidas básicas.
A su vez, es fundamental revisar los contratos con los clientes y las pólizas de seguro, asegurándose de que contemplen los efectos de cancelaciones, cambios de itinerario o extensión de tránsito. Muchas veces, estos documentos no incluyen cobertura frente a este tipo de eventos, lo que puede dejar al exportador en una posición desprotegida ante un daño económico real.
El blank sailing no es un riesgo evitable, pero sí gestionable. Con información, planificación y asesoría adecuada, es posible reducir su impacto y proteger los intereses de quienes exportan fruta fresca. Porque en esta industria, cada día perdido puede significar una fruta menos vendida.
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