Opinión: Respuesta europea estratégica a los aranceles de Trump

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Opinión: Respuesta europea estratégica a los aranceles de Trump

Por Cristóbal Aguado Laza, presidente de AVA-ASAJA.

Cristobal Aguado Laza presidente de AVA ASAJATrump ha abierto una lucha arancelaria preocupante, con consecuencias imprevisibles también en la agricultura y la alimentación.

Los aranceles son una forma artificial de subir los costes y los precios, que siempre acaban pagando los consumidores. Por eso, si el inquilino de la Casa Blanca considera que Estados Unidos sufre un desequilibrio comercial con el resto del mundo, los aranceles deberían de ser la última opción y sólo tras haber agotado la vía diplomática.

Sin embargo, no ha sido así y todos nos hemos visto abocados a una espiral de incertidumbre, tanto por las distorsiones que puede desatar en los mercados mundiales como por la respuesta que provoque en China o la Unión Europea. 

A la hora de exportar productos agrarios, Estados Unidos hace tiempo que dejó de ser un mercado extraordinario para la Comunidad Valenciana. Concretamente, desde 2001, cuando con poca transparencia, mala fe y para favorecer a sus cítricos, cerró las puertas a las clementinas valencianas alegando una larva de mosca de la fruta que nunca pudimos comprobar.

Sumando el resto de productos -hortalizas, vinos y aceite básicamente- Estados Unidos apenas llega al 4% de nuestras exportaciones.

El mayor efecto que tememos sería el indirecto. Me explico. Cuando suban mucho los aranceles, hasta el extremo de perder todo el margen de competitividad, los países afectados buscarán mercados alternativos. ¿Y qué destino es el mayor importador agroalimentario, con 400 millones de consumidores de alto poder adquisitivo? Pues Europa.

Muchos productos de Sudamérica, África o Asia querrán reemplazar a Estados Unidos por la Unión Europea, precisamente nuestro mercado natural. El consecuente aumento de las importaciones foráneas no hará sino agravar la competencia desleal y la crisis de rentabilidad.


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Los aranceles de Trump merecen, por parte de la Unión Europea, calma, una voz única y una negociación prudente, pero firme que obtenga un trato justo, recíproco, sin perdedores. Una Unión Europea unida puede hablarle de tú a tú a Estados Unidos, encontrar vías de acuerdo y alcanzar una buena relación comercial estable.

Pero si no fuera capaz de evitar la guerra comercial, la Unión Europea también debería estar preparada para responder con aranceles selectivos, estratégicamente calculados, que nos diera las máximas ventajas. Lo digo porque el plan comunitario, ahora en pausa, es manifiestamente mejorable para el sector agrario valenciano y español.

En primer lugar, incluye aranceles a la soja estadounidense, pese a que supone el 45% de nuestras importaciones, lo cual encarecería el coste de la alimentación animal y arruinaría a nuestros ganaderos. Con esta decisión, la Unión Europea lanza una flecha al cielo que caería en nuestra cabeza.

Por el contrario, deja fuera de los aranceles a las nueces, que presionan a la baja los precios en origen de nuestra producción. Y, más indignante aún, la propuesta de la Unión Europea pospone los aranceles a las almendras californianas hasta diciembre, en la última fase, cuando a esas alturas del año la campaña ya se ha acabado y la industria ya se ha suministrado de materia prima para elaborar los turrones de Navidad. Es más, si en la Unión Europea retrasan los aranceles pero en otros países no, Estados Unidos redirigirá aún más almendras aquí hasta que pueda.

A nivel nacional, viendo el diferencial negativo con Estados Unidos, también sería un buen momento para replantear el protocolo de exportación de nuestros productos agrarios con el objeto de equilibrar el intercambio comercial. Sin renunciar a la seguridad, la negociación de España habría de facilitar las exportaciones a Estados Unidos, sobre todo en el apartado de cítricos, más aún con el Huanglongbing (HLB) mermando la producción en California y Florida.

Bruselas no puede volver a usar su agricultura, sobre todo la mediterránea, como el comodín que paga los platos rotos. En 2014, por un problema ajeno al campo, nos cerraron el mercado ruso, que era muy importante para nuestros cítricos, caquis y hortalizas. La Unión Europea no nos proporcionó suficientes compensaciones ni nos abrió mercados alternativos. Ahora podría pasar lo mismo.

Por eso reclamamos consenso europeo y diálogo para salvar la agricultura de esta lucha comercial. Y si la hubiera, contestar con reciprocidad, inteligencia, promoción de nuestros productos y compensaciones para los sectores afectados.


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