Columna: Cuidar la tierra para sembrar el futuro

Por Max Amenábar, gerente de proyectos de Dripsa.
Cada 22 de abril, el Día de la Tierra nos ofrece una oportunidad para detenernos y observar —con algo de distancia crítica— cómo estamos habitando y gestionando nuestro entorno. En un país como Chile, donde la crisis hídrica se ha transformado en una realidad persistente y ya no excepcional, este ejercicio se vuelve aún más urgente.
Estamos frente a una paradoja: poseemos condiciones climáticas y geográficas privilegiadas para convertirnos en una potencia agroalimentaria, pero avanzamos sobre un terreno frágil, amenazado por la escasez de agua, la degradación de los suelos y el estrés ambiental que impone el cambio climático. La pregunta ya no es si debemos cambiar, sino cuánto tiempo más podemos postergar decisiones clave.
Por décadas, la agricultura ha sostenido una parte importante de nuestra economía. Sin embargo, el modelo productivo que heredamos está mostrando sus límites. Cultivos que antes eran rentables hoy requieren replantearse; el uso intensivo de fertilizantes y el manejo ineficiente del agua están dejando cicatrices profundas en la tierra; y muchos suelos, otrora fértiles, comienzan a evidenciar signos de agotamiento.
Más allá de la sequía, estamos enfrentando un problema estructural de sostenibilidad.
La respuesta, está por un lado por la vía de la tecnificación, pero también desde un cambio cultural: repensar lo que sembramos, cómo lo hacemos y con qué horizonte. Volver a mirar la tierra no solo como un recurso económico, sino como un sistema vivo que necesita equilibrio. Porque cuando sobre exigimos los recursos —agua, suelo, nutrientes— sin dar tiempo a su recuperación, lo que sembramos hoy puede hipotecar el futuro.
Es momento de preguntarnos qué tipo de agricultura queremos para los próximos 30 años. ¿Estamos planificando de forma inteligente, adaptándonos a nuevas condiciones climáticas y cuidando los territorios, o simplemente reaccionando a las temporadas y replicando fórmulas del pasado que ya no responden a los desafíos actuales?
La sostenibilidad, lejos de ser un concepto etéreo, se ha convertido en una variable económica clave. La inversión, la productividad y la competitividad futura del agro dependerán, en gran medida, de las decisiones que tomemos hoy para cuidar nuestros recursos. Tecnologías hay, pero sin una voluntad concreta por transitar hacia modelos más responsables, seguiremos parchando una crisis que necesita una transformación más profunda.
El Día de la Tierra nos recuerda que no hay desarrollo posible si no está anclado al respeto por los límites del entorno. Cuidar la tierra no es un gesto romántico, es una necesidad estratégica. Porque sin suelo fértil, sin agua limpia, sin biodiversidad, no hay agricultura. Y sin agricultura, no hay futuro alimentario.
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